(RV).- Con la voz de la Madre Teresa y de Pablo VI recordamos la última audiencia pontificia del Papa Montini a la Fundadora de las Misioneras y Misioneros de la Caridad y a los cooperadores de la Madre Teresa de Calcuta. Era el 6 de mayo de 1978, tres meses antes del fallecimiento del Papa Pablo VI
Saludo de la Madre Teresa al Papa Pablo VI:
«Nuestro querido Santo Padre, somos sus hijos. Un saludo en nombre de las Misioneras y Misioneros de la Caridad, de nuestros cooperadores y de nuestra gente. Hemos venido a ofrecer a Su Santidad nuestro amor, nuestra fidelidad y nuestra entrega a usted y al Señor, a través de usted que para nosotros es Cristo. Queremos seguir lo que Su Santidad nos indique.
Las palabras de la religiosa fueron acogidas con grandes aplausos y gritos de «Viva el Papa y viva la Madre Teresa»
Luego ella prosiguió: ¡Gracias en nombre de nuestros pobres en todo el mundo!:
Sur, Centro y Norteamérica, Europa, África, Oriente Medio, India, Asia y Australia.
Nuestra atención a los más pobres entre los pobres es nuestro amor en acción a Jesús y nuestro amor a la Iglesia.
Bendíganos y guárdenos en su corazón para que podamos proseguir en nuestro trabajo, el trabajo del amor a Dios.
No tengo palabras para agradecer a Su Santidad por estar con nosotros, con nuestra gente. Gracias por aceptar recibirnos. Rece por nosotros. Gracias en nombre de todos los pobres»
El Santo Padre, con su cordial bienvenida y su profundo aprecio por el apostolado de la caridad, hizo hincapié en que «Jesús llama ‘hermanos’ a los marginados de la sociedad» y subrayó que «esta encarnación mística de Jesús en el pobre» es una de las cosas más luminosas del Evangelio:
«Queridísimos hijos e hijas ¡Bienvenidos a la casa del Papa!
¡Es para mí una gran, una grandísima consolación y agradezco – en primer lugar a la Madre Teresa – y a quienes la acompañan y a todos los que la ayudan, que la comprenden y que participan en sus fatigas e ideales!
Es para mí un momento de bienaventuranza. Un momento de vida evangélica vivido juntos.
Soy el primero en recoger el beneficio de este encuentro y en ser como ustedes discípulo de aquel Cristo que nos quiere unidos en su escuela. Aunque me siento indigno maestro, ante ustedes que están tan entrenados en la vida de la caridad, les digo: ¡prosigan, prosigan siendo fieles. Miren que han elegido el camino mejor: han elegido la parte mejor!
Calificándose como ‘cooperadores de la Madre Teresa de Calcuta’, ustedes demuestran que han meditado y asimilado las palabras de Jesús, referidas por el evangelista Mateo: recuerden, en el juicio final, Cristo juez premiará o condenará en base a la relación – de acogida o de rechazo – que los creyentes habrán instaurado, durante su vida terrena, con los que tienen hambre, los pequeños, los que tienen sed, los extranjeros, los necesitados, los enfermos, los encarcelados…
Más aún, Jesús llega casi a identificarse con ellos – es uno de los rasgos más significativos y misteriosos del Evangelio – Jesús nos dice: «En verdad les digo: cada vez que han hecho estas cosas – es decir estos gestos de caridad – sólo a uno de estos hermanos míos más pequeños, me las han hecho a mí. Jesús llama ‘hermanos’ a los marginados de la sociedad, a los que son considerados hermanos de nadie.
Esta – diría – ‘encarnación’ mística de Jesús en el pobre, en el miserable, es una de las cosas verdaderamente más luminosas e instructivas del Evangelio.
¡Sigan así, hijos queridísimos e hijas queridísimas!, sigan trabajando, con generosa constancia y con creciente compromiso, para la difusión e irradiación de la caridad activa y desinteresada, conscientes de que esta actitud de ustedes es la expresión concreta y sensible de su amor a Dios. Y que en el rostro desfigurado y humillado del hermano pobre, ustedes, mediante la fe pueden entrever el rostro de Cristo».
(CdM – RV)
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