(RV).- El Papa Francisco recurre siempre al tema de la Misericordia para ayudarnos a comprender de qué manera actúa Dios ante el dolor y el sufrimiento humano. En el mundo actual, millones de personas deben enfrentarse a diario a numerosos obstáculos que dificultan, en muchas ocasiones, la propia supervivencia.
El hambre y la pobreza forman parte de una dura realidad de marginación y exclusión que descarta a los hermanos más indefensos y explotados por el sistema económico y social vigente en la mayor parte de las sociedades de nuestro tiempo. Por ello, el Santo Padre propone, no sólo a los cristianos sino a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, «recorrer un camino concreto» que ayude a construir un futuro mejor y una mentalidad social más equitativa: «poner en práctica las obras de misericordia corporales y espirituales».
En esta ocasión, en nuestro programa Tu Comentario Ayuda recibimos a través del WhatsApp de Radio Vaticana, el testimonio de una de nuestras oyentes, la Hermana Wilma Soledad misionera de las Obreras del Corazón de Jesús, quien reflexiona sobre la necesidad y el sentido de llevar a cabo una de las siete obras de misericordia corporales:«Dar de comer al hambriento». Escuchemos:
«Estamos a la espera de saciarnos. El mundo tiene hambre, y no sólo hablamos de un hambre fisiológico que lamentablemente existe y que se cobra la vida de tantos pobres, sino también de un hambre espiritual. A nuestro alrededor hay muchos que claman: ¡Dame de comer!, pero de ese alimento que perdura eternamente, tal y como piden los discípulos a Jesús. Ese es el alimento que necesitamos. Estamos hambrientos de justicia, de salud… hambrientos de la Palabra de Dios. Dar de comer al hambriento: ese hambriento puedes ser tú y puedo ser yo», explica la hermana Wilma.
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(SL-RV)
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