(RV).- Ante el odio y la violencia que genera más violencia, testimoniemos juntos a Jesús y su mensaje de paz, que no es un mensaje genérico. Es la exhortación que reiteró al Papa Francisco a los miembros de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias Ortodoxas Orientales.
Alentándolos a perseverar en el importante trabajo que realizan «en el camino hacia el día tan anhelado en el que tendremos la gracia de celebrar el Sacrificio del Señor en el mismo altar, como signo visible de la comunión eclesial restablecida plenamente», el Papa recordó con pesar la violencia que sufren numerosos hermanos en Cristo y la misión de ofrecer consolación, esperanza y paz ante el odio y el extremismo:
«Muchos de ustedes pertenecen a Iglesias que asisten cotidianamente al ensañamiento de la violencia y a actos terribles, perpetrados por el extremismo fundamentalista. Somos conscientes de que situaciones de semejante sufrimiento se arraigan con mayor facilidad en contextos de pobreza, injusticia y exclusión social, debidas también a la inestabilidad generada por intereses de parte, a menudo externos, y por conflictos precedentes, que han producido condiciones de vida miserables y desiertos culturales y espirituales, en los cuales es fácil manipular e instigar al odio. Cada día, vuestras Iglesias están cercanas al sufrimiento, llamadas a sembrar concordia y a reconstruir pacientemente la esperanza, confortando con la paz que viene del Señor, una paz que juntos tenemos que ofrecer a un mundo herido y lacerado».
«¿Un miembro sufre? Todos los demás sufren con él» (1 Cor 12,26) Con las palabras de San Pablo, el Obispo de Roma renovó su cercanía en la oración:
«Estos sufrimientos vuestros son nuestros sufrimientos. Me uno a ustedes en la oración, invocando el fin de los conflictos y la cercanía de Dios a las poblaciones probadas, en especial a los niños, los enfermos y los ancianos. Llevo en mi corazón, en particular, a los obispos, sacerdotes, consagrados y fieles, víctimas de secuestros crueles, y a todos aquellos que han sido tomados como rehenes o reducidos a la esclavitud».
En este contexto, el Papa Francisco recordó el ejemplo de tantos mártires y santos nuestros y su valiente testimonio de Cristo, invocando su intercesión:
«Ellos nos revelan el corazón de nuestra fe, que no consiste en un mensaje genérico de paz y de reconciliación, sino en el mismo Jesús, crucificado y resucitado: él es nuestra paz y nuestra reconciliación (cfr Ef 2,14; 2 Cor 5,18). Como discípulos suyos, estamos llamados a testimoniar por doquier, con fortaleza cristiana, su amor humilde que reconcilia al hombre de todo tiempo. Allí donde la violencia llama más violencia y donde la violencia siembra la muerte, nuestra respuesta es el fermento puro del Evangelio, que, sin prestarse a lógicas de fuerza, hace surgir frutos de vida también en la tierra árida y auroras de esperanza después de las noches de terror».
Los mártires y los santos nos indican también hoy la senda de la unidad en Cristo, reiteró una vez más el Papa:
«Su vida ofrecida como don nos llama a la comunión, a avanzar con mayor impulso por el camino hacia la unidad plena. Así como en la Iglesia primitiva la sangre de los mártires fue semilla de nuevos cristianos, también hoy la sangre de tantos mártires sea semilla de unidad entre los creyentes, singo e instrumento de un porvenir de comunión y paz».
(CdM – RV)
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