El Papa alentó la misión de los voluntarios de la Delegación Católica para la Cooperación, de los Obispos de Francia

Al servicio de la misión de la Iglesia ‘con’ y ‘para’ los pobres, que permite hacer reconocer la misericordia y ternura de Dios, impulsados por el Señor Jesucristo para lograr un mundo más justo y fraterno

(RV).- Al recibir con gran alegría a los miembros de la Delegación Católica para la Cooperación, de la Conferencia Episcopal de Francia, que han peregrinado a Roma, en el 50 aniversario de su fundación, el Papa Francisco extendió su cordial saludo a «todos los voluntarios que desarrollan su misión en más de 50 países», así como a todas las personas, que hoy como ayer, se benefician con su presencia y su apostolado.

Recordando lo que escribió el Beato Pablo VI, en su Encíclica Populorum progressio: que «el desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico, debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre» (14). Y que «la solidaridad mundial, cada día más eficiente, debe permitir a todos los pueblos el llegar a ser por sí mismos artífices de su destino» (65), el Papa Francisco los exhortó a perseverar en su fidelidad al gran impulso misionero que los caracteriza. Y se unió a ellos en acción de gracias al Señor por la «obra de Su Espíritu, manifestada en el camino humano y espiritual de los voluntarios y en el trabajo de acompañamiento de los proyectos de desarrollo» que han hecho posibles:

«De este modo, ustedes están al servicio de una cooperación auténtica entre las Iglesias locales y entre los pueblos, oponiéndose a la miseria y obrando por un mundo más justo y más fraterno».

«La palabra «solidaridad» está un poco desgastada y a veces se la interpreta mal, pero es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad. Supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos», reiteró el Obispo de Roma, como escribió en su Exhortación Apostólica Evangelii gaudium (188), para luego reiterar también su exhortación a impulsar la cultura de la misericordia y del encuentro:

 

 

«Aliento a todos los miembros de la Delegación Católica para la Cooperación a ‘hacer que crezca una cultura de la misericordia, basada en el redescubrimiento del encuentro con los demás: una cultura en la que ninguno mire al otro con indiferencia ni aparte la mirada cuando vea el sufrimiento de los hermanos’ (Carta Apostólica Misericordia et misera, 20).

No tengan miedo de recorrer los caminos de la fraternidad y de construir puentes entre las personas y entre los pueblos, en un mundo que el que todavía se levantan tantos muros por miedo a los otros. Mediante sus iniciativas, proyectos y acciones, ustedes hacen visible una Iglesia pobre con y para los pobres, una Iglesia en salida que se hace próxima a las personas que sufren, a los que viven en estado de precariedad, de marginación, de exclusión.

Los aliento a estar al servicio de una Iglesia que permite que cada uno pueda reconocer la sorprendente proximidad de Dios, su ternura y su amor y acoger la fortaleza que Él nos da en Jesucristo, su Palabra viva, para que empleemos nuestros talentos en vista del bien de todos y de la salvaguarda de nuestra casa común.

Al tiempo que le ruego al Señor que los ayude a estar al servicio de la cultura del encuentro en la única familia humana, les imparto la Bendición apostólica a ustedes y a todos los miembros de la Delegación Católica para la Cooperación».

(CdM – RV)


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