‘Mi respeto y obediencia incondicional’: la herencia de Benedicto XVI

(ZENIT – Roma, 27 de febrero de 2017).- “Entre ustedes, en el Colegio de Cardenales, está también el futuro papa al que ya hoy prometo mi incondicional respeto y obediencia”. Estas palabras el papa Benedicto XVI en el último día de su pontificado, cuatro años atrás, el 28 de febrero de 2017, resonarán como una preciosa herencia teológica y espiritual para toda la Iglesia.

Este martes será se cumplirá el aniversario en el cual a las 20 horas un papa renunció a la sede de Pedro después de ocho años de pontificado, dando comienzo al periodo de ‘sede vacante’, hasta el 13 de marzo de 2013, cuando fue elegido el papa Francisco. Así haciendo, el papa Benedicto, instituyó la posibilidad de renuncia para los papas, con el doble signo del ‘respeto’ y de la ‘obediencia’ a su sucesor.

“Antes de despedirles personalmente, deseo decirles que estaré cerca de ustedes con la oración, especialmente en los próximos días, para que sean enteramente dóciles a la acción del Espíritu Santo para la elección del nuevo papa. Que el Señor les muestre la que es su voluntad. Entre ustedes, en el Colegio de Cardenales, está también el futuro papa al que ya hoy prometo mi incondicional reverencia y obediencia.Por todo esto con afecto y reconocimiento les imparto la bendición apostólica”, declaró solemnemente el papa Benedicto XVI en su último encuentro del pontificado con los cardenales.

Y citó algunos pensamientos de Romano Guardini sobre la Iglesia, como una herencia espiritual que el le confía, y que entrega a cada católico:

“Querría dejarles un pensamiento simple que llevo en el corazón, un pensamiento sobre la Iglesia, sobre su misterio, que es para todos nosotros, podemos decir la razón y la pasión de la vida. Me ayudo con una expresión de Romano Guardini, escrita justamente en el año en el Concilio Vaticano II, aprobaba la constitución Lumen Gentium. Un último libro con una dedicatoria personal para mí, por lo que estas palabras en este libro me son muy queridas.

Romano Guardini decía: ‘La Iglesia no es una institución elucubrada y construida calculadamente. Es una realidad viviente, ella vive a lo largo del curso del tiempo para evolucionar, como cada ser viviente, transformándose, y aún así en su naturaleza permanece siempre la misma, y su corazón es Cristo’.

“Era, me parece, nuestra experiencia de ayer en la plaza, ver que la Iglesia es un cuerpo vivo, animado por el Espíritu Santo, que vive realmente de la fuerza de Dios. Ella está en el mundo pero no es del mundo. Es de Dios, de Cristo, del Espíritu Santo. Lo hemos visto ayer”.

Por ello es verdadera y elocuente otra expresión de Guardini: ‘La Iglesia se despierta en las almas’. La Iglesia vive crece y se despierta en las almas que como la de la Virgen María acogen la palabra de Dios y la conciben por obra del Espíritu Santo. Ofrecen a Dios su propia carne y justamente en su pobreza y humildad se vuelven capaces de generar a Cristo hoy en el mundo. A través de la Iglesia el misterio de la Encarnación permanece presente por siempre. Cristo sigue caminando a través de los tiempos y en todos los lugares.

“Queridos hermanos -exhortó el papa hoy emérito- permanezcamos unidos queridos hermanos en este misterio. En la oración, especialmente en la eucaristía cotidiana, y así sirvamos a la Iglesia y a toda la humanidad. Esta es nuestra alegría que nadie nos puede quitar.

Antes de despedirles personalmente, deseo decirles que estaré cerca de ustedes con la oración, especialmente en los próximos días, para que sean enteramente dóciles a la acción del Espíritu Santo para la elección del nuevo papa. Que el Señor les muestre la que es su voluntad.

Benedicto al iniciar su discurso insistió sobre la comunión del colegio cardenalicio indicó: “también para mi fue una alegría caminar con ustedes, estos años a la luz de la presencia del Señor Resucitado”

“En estos ocho años hemos vivido con fe momentos bellísimos de luz radiante en el camino de la Iglesia, junto a momentos en los que alguna nube se volvió densa en el cielo. Hemos buscado servir a Cristo y a su Iglesia, con amor profundo y total que es el alma de nuestro ministerio. Hemos dado esperanza, aquella que nos viene de Cristo, el único que puede iluminar el camino”.

“Juntos podemos agradecer al Señor que nos hizo crecer en la comunión y juntos rezarle para que les ayude a crecer aún más en esta unidad profunda, de manera que el colegio de cardenales sea como una orquesta donde la diversidad, expresión de la Iglesia universal, lleve siempre a la superior concorde armonía”.

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