Manila – “La pobreza en Filipinas degrada y deshumaniza a millones de personas. Iniciando este tiempo de Cuaresma, en el Año de los Laicos, os invitamos a reflexionar sobre la pobreza, sobre todo la que contradice al Reino de Dios, y sobre la que ayuda a promover el Reino” es lo que dicen los obispos filipinos en un mensaje firmado por el Presidente de la Conferencia Episcopal, Su Exc. Mons. Sócrates Villegas, arzobispo de Lingayen-Dagupan, lanzado al inicio de la Cuaresma. En el texto, enviado a la Agencia Fides, se recuerda que la tasa de pobreza en el país se situa a más del 20%, según datos de la Oficina Nacional de Estadística. Esto significa que un filipino de cada cinco vive en una familia que gana menos de lo necesario para satisfacer las necesidades básicas. Se trata de “un escándalo inaceptable”, afirman los Obispos.
El Presidente de la Conferencia recuerda que hay diferentes formas de pobreza: “La pobreza, que degrada y deshumaniza, que debe ser abordada por todos los medios, y la pobreza que, paradójicamente, humaniza y santifica”, que es la elegida por Cristo. “Nos encontramos con estas formas opuestas de la pobreza en tres dimensiones de la existencia humana: material, moral y espiritual”, explica. Si la pobreza material significa la falta de hogar, de alimentación, la exclusión de la atención sanitaria y del desarrollo, la pobreza moral recorre la nación filipina en la amplia difusión de la corrupción, que los obispos describen como “un cáncer generalizado”. En este nivel es urgente “buscar la verdad y restaurar la integridad”: el silencio indiferente, de hecho, “contribuye a empeorar el sistema corrupto”.
La pobreza espiritual emerge, en las formas de la soledad y la desesperación, la intolerancia religiosa, el relativismo y en el haber perdido el sentido de la trascendencia.
La pobreza “sana”, evangélica - nota el mensaje - se expresa en la sobriedad de la vida, en la elección de los elementos esenciales para la vida cotidiana, para simplificar las necesidades personales, no para perseguir el consumismo. Es una sencillez que también se vive en relación con los demás, con humildad, que “deja espacio al otro”, y que está impregnada de “la misericordia y la solidaridad”.
El Presidente de la Conferencia recuerda que hay diferentes formas de pobreza: “La pobreza, que degrada y deshumaniza, que debe ser abordada por todos los medios, y la pobreza que, paradójicamente, humaniza y santifica”, que es la elegida por Cristo. “Nos encontramos con estas formas opuestas de la pobreza en tres dimensiones de la existencia humana: material, moral y espiritual”, explica. Si la pobreza material significa la falta de hogar, de alimentación, la exclusión de la atención sanitaria y del desarrollo, la pobreza moral recorre la nación filipina en la amplia difusión de la corrupción, que los obispos describen como “un cáncer generalizado”. En este nivel es urgente “buscar la verdad y restaurar la integridad”: el silencio indiferente, de hecho, “contribuye a empeorar el sistema corrupto”.
La pobreza espiritual emerge, en las formas de la soledad y la desesperación, la intolerancia religiosa, el relativismo y en el haber perdido el sentido de la trascendencia.
La pobreza “sana”, evangélica - nota el mensaje - se expresa en la sobriedad de la vida, en la elección de los elementos esenciales para la vida cotidiana, para simplificar las necesidades personales, no para perseguir el consumismo. Es una sencillez que también se vive en relación con los demás, con humildad, que “deja espacio al otro”, y que está impregnada de “la misericordia y la solidaridad”.
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