REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
La indiferencia es una enfermedad peor que las llagas de Lázaro, en la parábola que Jesús refiere en el Evangelio de Lucas sobre el hombre rico que no se fija en el pobre echado a su puerta.
El 25 de setiembre de 2016 Francisco expresó que del rico no se dice que sea malo. Sin embargo, tiene una enfermedad peor que la de Lázaro cubierto de llagas. “Este rico sufre una fuerte ceguera, porque no es capaz de ver más allá de su mundo, hecho de banquetes y ricos vestidos. No ve más allá de la puerta de su casa, donde yace Lázaro, porque no le importa lo que sucede fuera. No ve con los ojos porque no siente con el corazón. En su corazón ha entrado la mundanidad que adormece el alma. La mundanidad es como un “agujero negro” que engulle el bien, que apaga el amor, porque lo devora todo en el propio yo. Entonces se ve sólo la apariencia y no se mira a los demás, porque se vuelve indiferente a todo. Quien sufre esta grave ceguera adopta con frecuencia un comportamiento “estrábico”: mira con deferencia a las personas famosas, de alto nivel, admiradas por el mundo, y aparta la vista de tantos Lázaros de ahora, de los pobres y los que sufren, que son los predilectos del Señor”, porque el Señor sí mira a los que el mundo abandona y descarta, aclaró el Obispo de Roma. @jesuitaGuillo
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