Isabella Piro, Cecilia Mutual - Vatican News
Un momento particularmente sentido en comunión “no solo con la Iglesia extendida por toda la tierra, sino también con la Iglesia triunfante del cielo, los santos, y con aquellos cristianos, hermanos nuestros” que ya dejaron este mundo. Es el significado de la Solemnidad de Todos los Santos y de la conmemoración de los fieles difuntos que se celebra, respectivamente, el 1° y 2 de noviembre. Lo recuerda en una nota Ramón Navarro Gómez, director del secretariado de la Comisión Episcopal para la Liturgia de la Conferencia Episcopal española.
Con respecto a la conmemoración de los difuntos, Navarro Gómez recuerda que “rezar por los difuntos es tan antiguo como la misma Iglesia. Incluso anterior” y “ya en el Antiguo Testamento, conforme avanza la preparación para el misterio de Cristo, va aflorando la esperanza en la resurrección. La esperanza cristiana animará siempre a la oración”.
El director del secretariado de la Comisión Episcopal para la Liturgia recuerda además las varias tradiciones españolas para conmemorar a quienes ya no están y cita la más sencilla: “vamos al cementerio, rezamos por ellos, adornamos con flores el lugar donde están sepultados”.
De esta manera, explica, “vivimos así, en lo personal, a nivel de sentimiento y devoción, lo que celebramos con toda la Iglesia”.
De ahí su invitación a participar en la misa de los difuntos porque “son dos celebraciones distintas, que nos ayudan a estar en comunión con la Iglesia entera, que es una realidad mucho más grande que los fieles que peregrinamos todavía en este mundo camino de la casa del padre”.
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