(ZENIT – Roma).- La ciudad de Mosul está próxima a ser reconquistada y se plantea la necesidad de poner en marcha un “gran proyecto humanitario” para que pueda renacer la ciudad y toda la región. Sin embargo, “antes de volver a poner en marcha nuestras queridas ciudades de la Llanura de Nínive” será necesario superar el obstáculo representado por un feroz enemigo, oculto bajo la tierra, o sea los campos minados y los explosivos a veces escondidos en objetos de uso cotidiano. Lo indicó el patriarca caldeo Louis Raphael I Sako en un llamamiento lanzado este martes martes y retomado por la Agencia Fides.
“Porque los yihadistas del Isis, incluso cuando se retiran, siguen sembrando muerte con sus minas y artefactos explosivos” que dejan diseminadas en los campos y en las ciudades antes de huir, dijo. El posible renacimiento civil de las zonas liberadas de los yihadistas –se lee en el llamamiento enviado a la Agencia Fides– comienza por la remoción de minas.
El primado de la Iglesia caldea declara que ya en julio pidió a la Fraternité en Irak –organización francesa comprometida en el apoyo a las minorías religiosas iraquíes– que se hiciesen cargo de la remoción de minas de los dos primeros pueblos de la Llanura de Nínive que habían sido liberados.
La misma organización ya se ha comprometido con la obra de rehabilitación de otros cuatro pueblos, que antes de caer en manos del Califato estaban habitados en su mayoría por cristianos y kurdos kakai (comunidades religiosas que practican un culto sincrético).
Sólo una remoción de minas realizada por expertos y sociedades competentes puede realmente poner fin al exilio de los refugiados que deseen regresar a sus hogares. “Es más agradable construir escuelas o clínicas”, reconoce el Patriarca, “pero no se puede reconstruir nada si antes no se hace una limpieza de las minas de tierra”.
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