Asunción (Agencia Fides) – “En el Año de la Palabra de Dios que celebra nuestra Iglesia en Paraguay, Dios ha buscado la forma de hacer más viva y presente la Buena Noticia. Los templos han estado vacíos, pero los púlpitos se han llenado de la Palabra de Vida Eterna. Esperamos que, respetando las medidas de higiene y bioseguridad necesarias, podamos pronto volver a reunirnos para compartir la fracción del pan y los sacramentos de la Iglesia. Mantengamos viva la fe, que no decaiga nuestro ánimo, como nos dijo San Juan Pablo II”. Esta es la exhortación que los obispos del Paraguay han dirigido a la comunidad de fieles el 19 de mayo. “El centenario del nacimiento de San Juan Pablo II, que siendo Papa nos visitó hace 32 años, coincide con la ocasión de este mensaje pastoral – explican -. Recordamos de su ministerio y de su magisterio su fe convencida y firme… El Papa Juan Pablo II, nos visitó para confirmarnos en la fe, la esperanza y la caridad, animándonos a no desistir del sueño y del compromiso de un Paraguay reconciliado y fraterno”.
En su mensaje, recibido en la Agencia Fides, los obispos recuerdan que “el Papa Juan Pablo II, nos visitó para confirmarnos en la fe, la esperanza y la caridad, animándonos a no desistir del sueño y del compromiso de un Paraguay reconciliado y fraterno”. Ante el cansancio, el miedo a la enfermedad, la angustia por el pan cotidiano, el hastío por la corrupción, el sentimiento de inseguridad y de vulnerabilidad por el fututo, invitan a todos a elevar juntos: “nuestras plegarias, para que, desde la solidaridad internacional y nacional, se puedan ofrecer soluciones científicas, técnicas, económicas y administrativas, para sostener la vida, proteger la convivencia y abrir nuevos y mejores caminos para la humanidad”. Los obispos del Paraguay instan a todos a ser “solidarios en esta adversidad”, y recuerdan las palabras de San Juan Pablo II sobre la valorización de la cultura local para superar las pruebas.
El mensaje se compone de cinco puntos, en los que se recuerdan también las palabras del Papa Juan Pablo II. El primero, “Avivemos la esperanza, no el miedo”, recuerda que “como cristianos debemos ser prudentes, buscar la sabiduría, escuchar el consejo de los médicos y protegernos. Pero más aún, debemos renovar nuestro compromiso con Cristo en cada enfermo, con el prójimo que está solo, en condiciones vulnerables, lejos de su casa y de su familia… Para fortalecer la esperanza debemos apoyarnos más fuertemente en la fe y en el amor, que nos humaniza y nos mueve a hacer el bien”. En el segundo punto titulado “Saquemos fuerza de la debilidad, para atender con hospitalidad a los más vulnerables”, escriben: “Nuestra fortaleza cristiana se manifiesta en la capacidad de atender y cuidar al extraño, al abandonado, al visitante, al necesitado, compartiendo lo que tenemos, aunque sea poco”.
Luego, en el tercer punto, exhortan a sostener “la valentía de la solidaridad”, a cuidar de las familias y la educación. Muchos han perdido el trabajo y no pueden sostener a sus familias. La economía entra en una fase de recesión. Aumentan los de casos de violencia intrafamiliar y hechos de delincuencia, por todo ello “Debemos decidir entre el egoísmo o la generosidad, optar por la construcción de un mundo más cristiano y más humano, cuidando de la integridad de las personas, velando por la vida de las familias, sumando los esfuerzos solidarios de todos para el pan, el techo, el trabajo, la salud y la educación”.
El cuarto punto pide un “liderazgo con una moral elevada, comprometido con la vida y con un nuevo Paraguay”. “Nuestra misión de pastores y de todos los cristianos – escriben - es edificar una sociedad más sana en lo moral y llena de paz en la convivencia. La moralidad pública es el presupuesto que hace posibles los más grandes ideales de justicia, paz, libertad y participación”, luego subrayan que “La hora que vivimos debemos entenderla como el llamado de Dios para los que ocupan una posición de liderazgo y para todos los ciudadanos. Es la hora de tomar las decisiones correctas, de hacer los cambios necesarios y de plantear los planes adecuados para el desarrollo integral de nuestro país en beneficio de todos”.
Por último, en el quinto punto, los obispos invitan a dirigirse a la Virgen de Caacupé: “Ella no nos abandona en nuestra pobreza, en nuestra enfermedad, en las situaciones de olvido social, y nos pide que no nos desanimemos, que tengamos fe en su Hijo Jesús, que escuchemos su Palabra y sigamos juntos como sus discípulos”. (SL) (Agencia Fides 20/5/2020)
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