Uagadugú (Agencia Fides) - En el noreste de Burkina Faso, desde principios de año, ha habido al menos cinco ataques contra comunidades cristianas. Más de 2000 escuelas han sido cerradas. Desde 2012, más de 700.000 personas se han visto desplazadas. En una zona que cada vez se ve más sometida al control de los grupos islamistas radicales, el riesgo de un conflicto que tenga connotaciones religiosas se está haciendo tangible. El objetivo de los grupos terroristas es crear hostilidad utilizando el pretexto étnico-religioso en una sociedad que nunca ha conocido tensiones de esta naturaleza.
Desde 2012, toda la zona del Sahel se ha convertido en la base y el semillero de numerosos grupos yihadistas. El Sahel - que en árabe significa borde u orilla, y que, como Sahara, también significa desierto -, es precisamente esa zona africana que se encuentra justo debajo del desierto del Sahara y que marca el cambio, por clima y vegetación, de la zona desértica a las sabanas, donde las lluvias son frecuentes y abundantes. Es un área inmensa, que se extiende desde el Atlántico por el este hasta el Mar Rojo por el oeste. Con una población de unos 93 millones de habitantes.
Como señala un análisis del Grupo Internacional de Crisis, titulado "Los orígenes sociales de la violencia yihadista en el norte de Brukina Faso", y como se afirma en otros estudios, las fuerzas extremistas establecidas en el Shael burkinabé y al este del país, cuya capital regional es Fada N'gourma, han podido fácilmente introducirse en el territorio aprovechando el sentimiento de marginación política y económica presente en la zona. Apodada la "zona roja" por la actividad criminal intensa, el Sahel es un área crucial de contrabando para la economía local. Cigarrillos, combustible, marfil, armas, drogas y diversos bienes de consumo pasan por esta zona todos los días. La zona este de la región permite el acceso a las costas de Benin, Ghana y Togo. Ante la fuerte ilegalidad del territorio, y la falta de inversiones públicas, además de un acceso muy bajo al agua y a la electricidad, así como una escolarización deficiente. Solo el 10% de los jefes de familia han recibido educación superior en la escuela primaria, y más del 60% nunca han tenido acceso a la educación.
Las fuerzas yihadistas se aprovechan de esta situación de fragilidad endógena para establecerse permanentemente en la región. (...) (- continúa)
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