El Papa inició la ceremonia de la Pasión de Jesús, rezando postrado

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco inició este viernes santo la Celebración de la Pasión del Señor en la Basílica de San Pedro, postrándose en el suelo para rezar durante algunos minutos.

La ceremonia en la basílica de San Pedro

La ceremonia en la basílica de San Pedro

Vestido con paramentos morados, una vez en pié se dirigió a un troneto lateral desde donde siguió la ceremonia que partió con la lectura de Isaías, seguida por la Carta a los Hebreos.

La Pasión de Jesús de acuerdo al evangelio de Juan, fue cantada por los lectores, junto al Coro Pontificio de la Capilla Sixtina, que acompañaba la liturgia, en una basílica sin flores y con discreta iluminación, para recordar el momento trágico de la pasión de Jesús.

El Papa bendice al predicador antes de la homilía

El Papa bendice al predicador de la Casa Pontificia, antes que realice la homilía

El predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa pronunció la homilía, advirtiendo sobre la idea equivocada que los fieles pueden hacerse al rezar el como si Dios fuera el enemigo de toda fiesta, alegría y placer. Un Dios adusto e inquisidor.

De ahí el temor y a veces, un sordo resentimiento contra Dios, como remanente de la idea pagana de Dios, nunca del todo erradicada, que se basa la tragedia griega; Dios es el que interviene, a través del castigo divino… dijo.

Debido a esto, se ha entendido que la misericordia es la excepción, no la regla, y por ello el predicador invitó en este Año de la Misericordia a sacar a la luz “la verdadera imagen del Dios bíblico, que no solo tiene misericordia, sino que es misericordia”.

Decir por lo tanto: “Se ha manifestado la justicia de Dios”, es como decir: se ha manifestado la bondad de Dios, su amor, su misericordia. ¡La justicia de Dios no solamente no contradice su misericordia, pero consiste justamente en ella!

Aquí el padre Cantalamessa propone una idea muy profunda: “Es la hora de darnos cuenta que lo opuesto de la misericordia no es la justicia, sino la venganza. Jesús no ha opuesto la misericordia a la justicia, pero a la Ley del Talión: ‘Ojo por ojo, diente por diente’. Perdonando los pecados, Dios no renuncia a la justicia, renuncia a la venganza; no quiere la muerte del pecador, pero que se convierta y viva (cf. Ez 18, 23). Jesús en la cruz no le ha pedido al Padre vengar su causa; le pidió perdonar a sus crucificadores”.

Recordó así que la “la brutalidad de los ataques terroristas de esta semana en Bruselas” nos ayudan a entender la fuerza divina contenida en las últimas palabras de Cristo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Y precisa “por grande que sea el odio de los hombres, el amor de Dios ha sido, y será, siempre más fuerte”.

Ha sido dicho que “el mundo será salvado por la belleza”, recordó el sacerdote capuchino, precisando que la belleza también puede llevar a equivocarse.  Entretanto “hay una sola cosa que puede salvar realmente el mundo, ¡la misericordia! La misericordia de Dios por los hombres y de los hombres entre ellos. Esa puede salvar, en particular, la cosa más preciosa y más frágil que hay en este momento, en el mundo, el matrimonio y la familia”. Porque lo que puede salvar un matrimonio del resbalar es la misericordia entre los cónyuges.

La homilía concluyó pidiendo a Dios: “Haz caer del corazón de las personas, de las familias y de los pueblos, el deseo de venganza y haznos enamorar de la misericordia”.

Y que este Año Santo de la Misericordia, “encuentre una respuesta concreta en nuestros corazones y haga sentir a todos la alegría de reconciliarse contigo en el profundo del corazón”.

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