REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
Pedro pescador, después de haber escuchado a las mujeres sobre la resurrección de Jesús y de no haberles creído, sin embargo no se quedó sentado ni se encerró. Este es el detalle en la actitud del discípulo, que a pesar de no creer en ese momento, marca la diferencia.
En la homilía de la Vigilia Pascual de 2016, Francisco habló de Pedro, pero no a partir de una ocurrencia personal, sino citando el evangelio de san Lucas en el capítulo 24, versículo 12, que dice: “sin embargo, Pedro se levantó”. Dijo el Papa: “No se quedó sentado “Pedro fue corriendo al sepulcro”. ¿Qué pensamientos bullían en la mente y en el corazón de Pedro mientras corría? … En el corazón de Pedro había duda, junto a muchos sentimientos negativos: la tristeza por la muerte del Maestro amado y la desilusión por haberlo negado tres veces durante la Pasión. Hay en cambio un detalle que marca una diferencia: Pedro, después de haber escuchado a las mujeres y de no haberles creído, «sin embargo, se levantó» (v.12). No se quedó sentado a pensar, no se encerró en casa como los demás. No se dejó atrapar por la densa atmósfera de aquellos días, ni dominar por sus dudas; no se dejó hundir por los remordimientos, el miedo y las continuas habladurías que no llevan a nada. Buscó a Jesús, no a sí mismo. Prefirió la vía del encuentro y de la confianza y, tal como estaba, se levantó y corrió hacia el sepulcro, de dónde regresó “lleno de estupor por lo sucedido”. Este fue el comienzo de la «resurrección» de Pedro, la resurrección de su corazón. Sin ceder a la tristeza o a la oscuridad, se abrió a la voz de la esperanza: dejó que la luz de Dios entrara en su corazón sin apagarla.
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