REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
(RV).- El Peregrino no es el errabundo, porque el errabundo va de un lugar a otro sin sitio fijo. Mientras que el peregrino Ignacio de Loyola busca el conocimiento interno de Cristo para amarlo más y servirlo mejor.
Y es una peregrinación que no es solo del cuerpo sino sobre todo del alma, espiritual, de todo el ser que se va convirtiendo y liberando del hombre mundano, por decir así, para centrarse completamente en Cristo y en el Servicio a su esposa la Iglesia.
Es de tal modo este objetivo, esta finalidad, esta vocación de “el peregrino”, que esta centralidad de Jesucristo se convierte en el criterio fundamental para discernir la acción de la misma Compañía de Jesús, fundada por Ignacio y sus compañeros, según las palabras del Papa Francisco en al homilía del 31 de julio de 2013 en la iglesia del Gesú, en Roma: “la centralidad de Cristo para cada uno de nosotros y para toda la Compañía, a la que san Ignacio quiso precisamente llamar ‘de Jesús’ para indicar el punto de referencia… Y esto nos lleva a nosotros, jesuitas, y a toda la Compañía a estar ‘descentrados’, a tener delante al ‘Cristo siempre mayor’… que nos lleva continuamente fuera de nosotros mismos… a salir del ‘propio amor, querer e interés’(EE, 189). No está descontada la pregunta para nosotros, para todos nosotros: ¿es Cristo el centro de mi vida?”. @jesuitaGuillo
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