Sin la ayuda de Dios la peregrinación del hombre de Loyola es imposible

REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

Alguno se puede asustar frente a los objetivos que el peregrino de Loyola se propone. Pero si queremos conocer “lo que pasa por el alma” de san Ignacio durante su peregrinación, se trata de un proceso espiritual profundo y también difícil, pero siempre con la ayuda de la poderosa fuerza de Dios, porque es un camino de oración a Jesús, a la Santísima Trinidad, a la Virgen María, a los santos; en sus distintos modos y formas; siempre dentro de la Iglesia y concretamente imbuido de los sacramentos y de los sacramentales de la religiosidad y piedad popular, siempre dentro del Pueblo fiel de Dios; la recitación de la liturgia de las horas con los monjes, la participación en la eucaristía y celebraciones litúrgicas; la veneración de las imágenes y reliquias en los santuarios.

Y es ahí donde el Espíritu le va enseñando a distinguir los tres pensamientos distintos en una misma personas, los pensamientos propios y las inspiraciones, tanto de Dios como del mal espíritu. Solo con mucha oración y con la ayuda de la misericordia y gracia divina se pueden hacer este camino, que es el de los Ejercicios Espirituales, sintetizados así por san Ignacio: “…Todo modo de preparar y disponer el alma para quitar de si todas las afecciones desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del alma…” (EE.1).” Y el título de los Ejercicios: “Ejercicios espirituales para vencerse a sí mismo y ordenar la vida sin determinarse por un afecto que sea desordenado” (EE.2).


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