VATICANO, 19 Jun. 19 (ACI Prensa).-
“Fue un acto de suprema caridad”, con esas palabras María Victoria Hernández, postuladora de la causa de María Pilar Gullón, Octavia Iglesias y Olga Pérez, conocidas como las enfermeras mártires de Astorga, definió el martirio de estas tres jóvenes asesinadas por no renegar de la fe durante la Guerra Civil española de 1936 a 1939.
Las tres eran laicas y fueron asesinadas por odio a la fe en Pola de Somiedo (España) el 28 de octubre de 1936 después de haber sido violadas durante toda la noche por un grupo de milicianos.
Según explicó María Victoria Hernández en declaraciones a ACI Prensa, ninguna de las tres jóvenes era enfermera, pero ante el drama de la guerra, decidieron formarse en la Cruz Roja para ayudar a los heridos “de modo imparcial, es decir, de las derechas y de las izquierdas. De los dos bandos de la Guerra Civil”.
En el mes de octubre de 1936 fueron llamadas a un servicio de una semana en Pola de Somiedo, provincia de Oviedo, donde encontrarían el martirio y derramarían su sangre. “Al terminar el servicio tenían que regresar a Astorga, pero quisieron continuar sabiendo el peligro que corrían”. Murieron en la noche del 27 al 28 de octubre de 1936. “Los heridos mismos, a los que ellas habrían querido continuar asistiendo, fueron también asesinados”.
María Victoria Hernández subrayó la caridad como principal motivación del servicio de las tres enfermeras. “Desde el punto de vista de la fe, fue un acto supremo de caridad. Si la causa hubiese comenzado ahora, probablemente habrían podido seguir la vía del ofrecimiento de la vida, porque contiene todos los requisitos de esta vía”, señaló.
El ofrecimiento de la vida es la cuarta causa de beatificación, junto con la del martirio, la de las virtudes heroicas y la de las causas excepcionales, aprobada por el Papa Francisco en julio de 2017.
Sin embargo, “fue muchísimos años antes de que el Papa Francisco aprobara la vía del ofrecimiento de la vida y ellas han seguido la vía del martirio que, realmente, está probado”.
Las sacaron del pequeño hospital de Pola de Somiedo y las llevaron, junto con el personal sanitario y el capellán del hospital, a la cárcel. “Les pidieron que renegaran de la fe, lo rechazaron y fue, durante esa noche, cuando abusaron de ellas, de las tres”, relató.
Al día siguiente “las entregaron a tres milicianas bastante agresivas, por lo que contaron los testigos y las pruebas documentales, que fueron las que asesinaron a las tres disparándoles. Primero Octavia y Olga, y después María Pilar que, al ver el asesinato de estas compañeras, que habían gritado, además ‘Viva Cristo Rey’, cayó desmayada al suelo y después también le dispararon”.
Para María Victoria, el reconocimiento del martirio es un “acto de justicia en relación a estas jóvenes. La misma Cruz Roja Internacional se sorprendió de que tres jóvenes, dedicadas al cuidado de los heridos de modo imparcial, hubiesen sido asesinadas de ese modo”.
La postuladora, además, explicó que entre las mártires existían unos fuertes vínculos de amistad e incluso de familia. “María Pilar y Octavia eran primas segundas. Las tres eran muy amigas e incluso Olga se ofreció a participar en esa primera misión para evitar que una hermana de Octavia fuese también allí y pudiesen perder la vida dos miembros de una familia”.
“Es un hecho verdaderamente heroico, de caridad heroica, porque se sabía el riesgo que se corría. Ellas eran conocidas además como las monjas porque recaban”, subrayó.
Quizás, por ese motivo, “el bando de izquierdas las reconoció de ese modo”. Por lo tanto, “el martirio va unido a la fe, exclusivamente. Durante la República y durante la Guerra Civil de 1936 a 1939, fueron asesinados muchísimos, pero no todos por motivos de fe”, indicó.
Asimismo, explicó algunos detalles del proceso. “Estos procesos son muy largos. Empezó en 2005. Es de todos conocido que la Iglesia, para evitar reavivar, sobre todo en la postguerra, los recuerdos y ciertos hechos, evitó promover las causas y estuvieron todas paralizadas. No se introducían causas por martirio”.
Esta situación cambió a partir del año 2000, cuando el Papa San Juan Pablo II “quiso que se promovieran, porque es un hecho de justicia hacia estas personas, y también hacia la sociedad eclesiástica, eclesial y civil”.
Con ese impulso, el proceso de reconocimiento del martirio de las enfermeras de Astorga comenzó en 2005, “se recogieron las pruebas a nivel diocesano, las pruebas testificales, las pruebas documentales, sobre todo, porque son causas históricas, que se basan, principalmente, en documentos”.
“Se prepara la positio, que es como un dossier donde se recogen y se presentan todas las pruebas. Hay que probar el martirio formal y el martirio material de cada una de las siervas de Dios. Se hace uno por uno. A veces resulta que hay alguno que no se puede probar, entonces salen del grupo. La Iglesia no lo reconoce. En esto es muy meticulosa, muy severa”.
“Una vez que se prepara la positio, a veces se esperan muchos años hasta que les toca el turno. Es un tiempo de maduración de la causa, también para la parte actora, que es la que promueve el proceso, para que no sea una cosa precipitada, sino que tenga su maduración también desde el punto de vista espiritual y pastoral”.
Después, “se somete al estudio de los consultores históricos. Estas causas que son de carácter histórico las estudia una comisión de historiadores en la Congregación para las Causas de los Santos, y luego pasa al segundo examen que corresponde a los teólogos. Pueden, como también los históricos, solevar objeciones, lagunas que tienen que ser después colmadas por el postulador, y, a continuación, pasa por la consulta de la congregación de Cardenales y Obispos. Finalmente, corresponde al Santo Padre la última decisión”.
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