(ZENIT – Cracovia).- Es un aire diferente el que se respira en Łagiewniki, la colina donde se encuentra en Santuario de la Divina Misericordia, dentro de la ciudad de Cracovia, a pocos kilómetro al sur respecto al sugerente centro histórico. Un aire de espiritualidad densa, recuerdos fuertes y oración incesante: la de las hermanas que reflejan el carisma de la fundadora y de los cientos de miles de peregrinos que cada día, se dirigen a este lugar reconocido por unanimidad como “capital mundial de la Misericordia”.
Fue aquí donde Cristo se apareció a la sencilla monja polaca Faustina bajo la apariencia de un mendigo, tocando una campana buscando comida mientras ella llevaba a cabo su trabajo de portera, para encomendarle un mensaje que debía difundir a la humanidad.
Es aquí donde nació el culto a la Divina Misericordia tan querido a Juan Pablo II como para dedicarle una encíclica, la Dives in Misericordia, la segunda de su pontificado, y establecer que cada año en el primer domingo después de Pascua, se celebrara esta fiesta. Es aquí que ahora el papa Francisco, el Papa que ha querido dar a la Iglesia un Año Santo dedicado a la Misericordia, vendrá a rezar el próximo sábado en el penúltimo día de su visita a Polonia.
Una visita que “enfatiza el mensaje contenido en estos lugares, poniéndolo en el centro de la atención de la Iglesia universal y del mundo”, como explica a ZENIT sor Miviana Krzak, de 32 años, originaria de Varsovia, una de las monjas más joven del convento. Ojos azules, rostro límpido enmarcado en el típico velo blanco y negro cuadrado: “Ese ‘look’ fue lo primero que me atrajo de santa Faustina”, recuerda la monja, que explica con gran seriedad la preparación “espiritual y material” que ha precedido en estos meses a la llegada del obispo de Roma, pero sonríe tímidamente cuando le preguntamos por la historia de su vocación. Una historia de “amor”, el infinito de Dios que la joven sintió a los 14 años cuando iba a recibir el sacramento de la confirmación y le regalaron el Diario de santa Faustina.
“Desde ese momento empecé a rezar a Dios todos los días”, recuerda. “A los 18 años, durante una confesión general, sentí después el deseo de encomendar mi vida a Dios, pero todavía no pensaba que me haría monja. Me parecía una cosa muy elevada, un privilegio que no merecía”. “Pero me sentía atraída por Dios. Quería ser misionera pero me encontré obstáculos, así que me acerqué a la Congregación de Nuestra Señora de la Misericordia a través de los retiros que las monjas organizan para jóvenes que quieren discernir la vocación. La clausura es la clausura pero al final sentí un amor tan grande que decidí donarme totalmente a Él”.
Sor Miviana dice que no ha leído todavía la nueva Constitución apostólica del Papa Vultum Dei quaerere, dedicada precisamente a las contemplativas: “Estaba muy ocupada con la organización del evento”. Pero con sus hermanas ya encarna las indicaciones principales, o, la invitación al silencio orante, a la oración y al trabajo a favor de los pobres y de los débiles.
Un trabajo que las hermanas de santa Faustina realizan desde hace un siglo y que se sintetiza en el “mostrar la Misericordia con actos, palabras y oraciones”. “Este es nuestro carisma”, subraya la religiosa. En particular la actividad de las monjas se dirige a las mujeres con problemas familiares, de droga, alcohol, prostitución. Actualmente el monasterio aloja a 18 de estas chicas desfavorecidas que asisten a un colegio cercano donde las hermanas trabajas con algunos laicos para rehabilitarlas e introducirlas en la sociedad.
“Nuestra Congregación empezó con esta obra en 1862”, explica Miviana, “madre Teresa Potozska fundó la primera casa de la Misericordia para jóvenes prostitutas”; después durante la II Guerra Mundial y en los años oscuros del comunismo, el servicio se amplió también a los refugiados de guerra, especialmente mujeres viudas, madres con niños y chicas adolescentes. “Hubo conversiones, pero ninguna vocación”, cuenta la monja.
Explica también que un grupo de estas jóvenes estará presente en la capilla del Convento para saludar al Papa. Con ella estarán también 200 monjas de las 400 repartidas por todo el mundo: la mayor parte polacas y otras procedentes de Brasil, Filipinas, Eslovaquia, Ucrania. Todas se reunirán en la capilla — ‘corazón del Santuario’, pintada y redecorada para la ocasión– ya desde las 7 de la mañana, una hora y media antes de la llegada del Pontífice, “para cantar y rezar”.
Permanecerán en silencio mientras que Francisco, de rodillas, rezará durante algunos minutos delante de la urna de mármol blanco que guarda los huesos de santa Kowalska, bajo el cuadro de Jesús Misericordioso que la religiosa mandó pintar según las indicaciones de Cristo mismo.
El Santo Padre irá después a la habitación de Faustina, cuya ventana está adornada con rosas blancas, donde –explica la monja– se conservan actualmente los restos del cuerpo de la santa, recogidos durante la exhumación para la beatificación de 1992, querida por Juan Pablo II. Sus restos, antes, estaban custodiados en un cementerio a los pies de la Basílica que la misma Faustina mandó construir para las hermanas difuntas. Tras esto, en el prado, se ha preparado una zona con 50 confesionales de madera donde el Papa confesará a cinco jóvenes en tres lenguas: español, italiano y francés.
Francisco –cuenta sor Miviana– llegará en papamóvil, saludando a 850 peregrinos hasta la Basílica donde está el enorme campanario con la estatua de Juan Pablo II en bronce que bendice Cracovia. Aquí el Papa atraviesa la Puerta Santa construida para la ocasión, sobre cuyas columnas están representadas las siete obras de misericordia corporales y las siete espirituales, para después dar inicio a la ceremonia penitencial.
Antes de que el Pontífice se traslade para la misa en el Santuario adyacente dedicado a Wojtyla, mandado construir hace algunos años por su secretario particular el cardenal Dziwisz, está prevista una etapa en una pequeña capilla donde cada día, 24 horas al día, tiene lugar adoración eucarística. Esta fue abierta después de la muerte del Papa polaco y cada día y cada noche recoge grupos de fieles de distintas parroquias de la archidiócesis que rezan delante del Santísimo.
Ahora también lo hacen numerosos jóvenes que están llegando a Cracovia para la JMJ y que se detienen en oración en estos lugares llenos de misericordia. Algunos se confiesan con sacerdotes disponibles, o se sacan fotos delante del cartel gigante de santa Faustina o las imágenes de las visitas de Juan Pablo II. Muchas chicas se dirigen a sor Miviana y a las otras monjas que, con gentileza, las acompañan para hacer una visita u ofrecen indicaciones.
“También esto es cumplir una obra de misericordia: ofrecer el propio tiempo a los otros”, explica la religiosa. Y es una forma “para hacer sentir a los jóvenes acogidos y amados, para hacerles volver a casa colmados de caridad y de misericordia”. Exactamente como era el deseo de santa Faustina.
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