Agradecimiento de S.B. el Card. Lucian Mureşan
Arzobispo Mayor de Făgăraş şi Alba Iulia dei Romeni
(ZENIT – 2 junio 2019).- Santo Padre, en nombre de toda la Iglesia católica griega de Rumania y de todos los hombres de buena voluntad en estas tierras, expreso mi más sincero agradecimiento por su presencia entre nosotros y, sobre todo, por haber presidido la Divina Liturgia con La beatificación de nuestros siete obispos mártires, todos los cuales preferían la muerte en lugar de traicionar su fe católica.
Si su venerado predecesor, el Papa Pío XII, en 1952 quiso “besar las cadenas de aquellos que, encarcelados injustamente, lloran y son afligidos por ataques a la religión” en Rumania, hoy este sueño se ha hecho realidad: Pedro está aquí. Para confirmarnos en la fe.
Para besar y sanar nuestras heridas. Para estimularnos a un impulso renovado a través de una auténtica “purificación de la memoria”, aquí en el Campo de la Libertad de Blaj, un lugar histórico de emancipación de nuestra nación. Aquí en Blaj, el corazón de nuestra Iglesia late, un pequeño rebaño ubicado en los suburbios existenciales. Aquí, nuestra Iglesia, ferviente en la oración y la acción, recibe a los más pequeños, a los marginados, a los pobres, manifestando su vocación innata a la solidaridad.
Si su venerado predecesor, el Papa Pío XII, en 1952 quiso “besar las cadenas de aquellos que, encarcelados injustamente, lloran y son afligidos por ataques a la religión” en Rumania, hoy este sueño se ha hecho realidad: Pedro está aquí. Para confirmarnos en la fe.
Para besar y sanar nuestras heridas. Para estimularnos a un impulso renovado a través de una auténtica “purificación de la memoria”, aquí en el Campo de la Libertad de Blaj, un lugar histórico de emancipación de nuestra nación. Aquí en Blaj, el corazón de nuestra Iglesia late, un pequeño rebaño ubicado en los suburbios existenciales. Aquí, nuestra Iglesia, ferviente en la oración y la acción, recibe a los más pequeños, a los marginados, a los pobres, manifestando su vocación innata a la solidaridad.
Gracias, Santo Padre, por compartir con nosotros el gozo que solo el Señor nos puede dar, cuando celebramos en la Eucaristía al que nos une: Jesucristo, el Mesías, la luz del mundo.
El Padre Santo nos bendice, a nosotros, a nuestra Iglesia, a nuestros enfermos, a los prisioneros, a los ancianos, a las familias en dificultades, pero también a los numerosos fieles que ahora viven en la diáspora.
© Librería Editorial Vaticano
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