La carta expresa profunda preocupación por la suerte de los cristianos, los Yazidi y otras minorías obligadas a huir de la ferocidad jihadista, y también por las “consecuencias que esta onda de violencia podría tener sobre el diálogo entre el islam y el cristianismo y sobre la coexistencia pacífica deseada y apreciada por la mayoría de los musulmanes y los cristianos en Medio Oriente y en todo el mundo”. La carta elogia “el coraje y la firmeza demostrada por la Iglesia de Irak y todas las personas de buena voluntad frente a estos crímenes contra la humanidad”.
Recordando las palabras de Papa Francisco, “la violencia no se vence con la violencia, sino con la paz”, el card. Maradiaga se dirige directamente a los militantes del IS para que detengan su atrocidad y trabajen para la construcción de sociedades “en las cuales todos los seres humanos, que pertenezcan a comunidades minoritarias o no, puedan vivir en paz”.
Finalmente hace un llamado a los líderes mundiales a fin de que sea garantizada la seguridad de las personas involucradas, sea devuelto el estado de derecho y se interrumpa el suministro de armas a los que cometen estos crímenes contra la vida y la dignidad humana.
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