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Hassaké (Agencia Fides) - “No es cierto que la guerra haya terminado en Siria. Seguimos subiendo nuestro Gólgota. Y por séptimo año consecutivo, nos acercamos a la Pascua sin sentir la alegría de la Resurrección del Señor”. Así describe el arzobispo Jacques Behnan Hindo, al frente de la archieparchia siro-católica de Hassaké-Nisibi, los sentimientos con los que están viviendo los cristianos de la región de Jazira, en el noreste de Siria, los días de la Semana Santa. “El riesgo”, confiesa el Arzobispo Hindo a la Agencia Fides, es que aquí en el futuro se podría llegar a un enfrentamiento directo entre el ejército sirio y las fuerzas militares de los EE. UU., que han establecido 10 bases logísticas en Jazira, justificando su entrada en el territorio sirio con la necesidad de apoyar a las milicias kurdas contra los yihadistas del llamado Estado Islámico (Daesh). La reciente evolución de las relaciones de poder en las regiones del noreste de Siria, con la conquista de la ciudad de Afrin, sustraída a las fuerzas kurdas por las milicias rebeldes apoyadas por el ejército turco, es el resultado de un error de evaluación de los grupos kurdos sirios, que tenían como objetivo encontrar apoyo internacional para sus proyectos de independencia. “Los curdos”, dice el arzobispo Hindo, “se fiaban de los estadounidenses, demostrando que no han aprendido de las lecciones de la historia. Ahora, bajo la apariencia de ayudar a los kurdos, los EE.UU. controlan gran parte de la Mesopotamia siria. Y ya en otras situaciones similares, los destinatarios del apoyo de los EE.UU. han sido abandonados. Solo hay que pensar en Vietnam, Afganistán o el Kurdistán iraquí”.
Los refugiados kurdos del área de Afrin están comenzando a llegar también a la región de Jazira. Y el arzobispo sirio-católico de Hassaké-Nisibi comenta la posibilidad de que este fenómeno pueda cambiar el perfil demográfico de la región en el futuro, haciendo irreversible el éxodo de las poblaciones cristianas, que durante los años de la guerra se vieron expulsados de sus hogares y de sus propios pueblos: “Ahora”, dice el Arzobispo Hindo, “algunas familias de refugiados curdos se han establecido en las aldeas del valle de Khabur, donde un tiempo vivían los cristianos sirios, asirios y caldeos, y que han permanecido abandonados en los últimos años. Esto solo podría ser el comienzo de un proceso que podría llevar con el tiempo a borrar para siempre la posibilidad de ver a los cristianos regresar a ese valle, que para esas comunidades representaba el lugar de sus raíces históricas”.
En febrero de 2015, los pueblos habitados por cristianos del valle del río Khabour, fueron conquistados por las milicias yihadistas de Daesh. Los habitantes huyeron, al menos unas 250 personas habían sido tomadas como rehenes y deportadas por los yihadistas, para ser liberados progresivamente en grupos, tras el pago de dinero en rescate (véase Fides 23/2/2016). En febrero de 2016 (véase Fides 6/2/2016), milicias curdas de las Unidades de Protección Popular (brazo armado de la Unión Democrática Kurda – PYD-, el partido kurdo que es la rama siria del PKK) habían establecido tres campos de entrenamiento en tres pueblos del valle de Khabur, que desde entonces han quedado casi completamente abandonados. (GV) (Agencia Fides 28/3/2018).
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