HIROSHIMA, 24 Nov. 19 (ACI Prensa).-
Ante la presencia de 20 supervivientes del ataque con la bomba atómica contra la ciudad de Hirsohima (Japón), el 6 de agosto de 1945 durante los últimos rugidos de la Segunda Guerra Mundial, el Papa Francisco lanzó una dura condena al desarrollo y empleo de las armas nucleares: “El uso de la energía atómica con fines de guerra es inmoral. Seremos juzgados por esto”.
“Con convicción, deseo reiterar que el uso de la energía atómica con fines de guerra es hoy más que nunca un crimen, no sólo contra el hombre y su dignidad sino contra toda posibilidad de futuro en nuestra casa común”, dijo el Santo Padre este domingo 24 de noviembre en el Memorial de la Paz de Hiroshima en su viaje apostólico a Japón.
Tras saludar una por una a las 20 víctimas supervivientes de la bomba atómica, y después de dejar un mensaje en el libro de honor del Memorial, el Pontífice rezó en silencio mientras una campana sonaba en memoria de las víctimas.
En el libro de honor dejó el siguiente mensaje: “He venido como peregrino de la paz para afligirme en solidaridad con todos los que han sufrido heridas y muerte en aquel terrible día para la historia y para esta tierra. Rezo para que el Dios de la vida convierta los corazones a la paz, la reconciliación y el amor fraterno”.
En su discurso, el Papa recordó con tristeza las primeras consecuencias dramáticas de la explosión de la bomba atómica que segó, en un instante, la vida de cientos de miles de personas inocentes: “Aquí, de tantos hombres y mujeres, de sus sueños y esperanzas, en medio de un resplandor de relámpago y fuego, no ha quedado más que sombra y silencio”.
“En apenas un instante”, subrayó, “todo fue devorado por un agujero negro de destrucción y muerte”.
A pesar de los años transcurridos desde aquel evento, el ataque contra Hiroshima y Nagasaki tuvo lugar los días 6 y 9 de agosto de 1945, Francisco aseguró que “todavía hoy se sigue escuchando fuerte el grito de los que ya no están”.
Definió la explosión atómica como “una hora tremenda que marcó para siempre, no sólo la historia de este país sino el rostro de la humanidad”.
El Papa quiso hacer memoria de todas las víctimas, y no sólo de los muertos, tanto por la acción directa de la explosión como los que fallecieron en los días, semanas, meses e incluso años posteriores como consecuencia de la radiación. Si no, que también tuvo palabras para los heridos y supervivientes.
Ellos “han soportado en sus cuerpos durante muchos años los sufrimientos más agudos y, en sus mentes, los gérmenes de la muerte que seguían consumiendo su energía vital”.
Además, llamó la atención sobre la contradicción que supone hablar de paz, afirmar que se trabaja por la paz, cuando al mismo tiempo se desarrollan nuevas y más mortíferas armas.
“¿Cómo podemos proponer la paz si frecuentamos la intimidación bélica nuclear como recurso legítimo para la resolución de los conflictos? Que este abismo de dolor evoque los límites que jamás se pueden atravesar. La verdadera paz sólo puede ser una paz desarmada”.
El Papa continuó: “No podemos permitir que las actuales y nuevas generaciones pierdan la memoria de lo acontecido, memoria que es garante y estímulo para construir un futuro más justo y más fraterno; recuerdo expansivo capaz de despertar las conciencias de todos los hombres y mujeres, especialmente de aquellos que hoy desempeñan un papel especial en el destino de las naciones; memoria viva que nos ayude a decir de generación en generación: ¡nunca más!”.
El Papa Francisco finalizó su discurso con una “súplica abierta a Dios y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, en nombre de todas las víctimas de los bombardeos y experimentos atómicos”: “¡Nunca más la guerra, nunca más el rugido de las armas, nunca más tanto sufrimiento!”.
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