EXCLUSIVA: “Dejen que Santa Sofía sea como es”: El cardenal Bo denuncia su conversión en mezquita

El presidente de los obispos asiáticos dice que es su responsabilidad denunciar todas las negaciones de la libertad religiosa para todas las religiones perseguidas

“Dejen que Santa Sofía sea como es”, exhorta el cardenal Charles Bo de Yangon, Myanmar, quien dice que su conversión representa un debilitamiento de la libertad de religión.

El presidente de la Federación de Conferencias Episcopales Asiáticas (FABC) subrayó esto en su mensaje del 24 de julio de 2020, enviado a zenit, sobre Santa Sofía.

Este mensaje sigue el llamado a la oración de los obispos asiáticos el 1 de julio, advirtiendo que la nueva Ley de Seguridad Nacional impuesta a Hong Kong por China podría amenazar seriamente las libertades y los derechos humanos. Al denunciar la “Ley de la República Popular de China sobre Salvaguardar la Seguridad Nacional en la Región Administrativa Especial de Hong Kong”, ilustró cómo podría poner en riesgo la libertad de religión.

Por la libertad de religión, “iré a los confines de la tierra”

En su declaración sobre Santa Sofía, el cardenal Bo recordó que la libertad de religión o de creencias es un derecho humano fundamental para todos, de todas las religiones y de ninguna. El derecho a elegir, practicar, expresar y cambiar la fe de uno, o no tener fe en absoluto, es la libertad más básica para cualquier alma.

El prelado asiático enfatizó que ha “defendido constante y apasionadamente esta libertad para musulmanes, budistas, hindúes, judíos y cristianos de todas las tradiciones, en mi propio país de Myanmar y en toda Asia”.

“De hecho, –recordó el cardenal Bo– he hablado en defensa de los pueblos musulmanes perseguidos en Myanmar, y seguiré haciéndolo sin dudarlo e inequívocamente. La verdadera libertad de religión requiere respeto por la libertad de práctica de los demás, así como el ejercicio y la defensa de la propia libertad”.

“Por esa razón, la decisión en Turquía de convertir lo que fue durante 1.000 años la catedral más grande del mundo, Santa Sofía, en una mezquita –dijo– me entristece”. Como presidente de la Federación de las Conferencias de Obispos Asiáticos, dijo, “me corresponde a mí decirlo”.

“Trabajo con mis hermanos y hermanas de todas las tradiciones religiosas más importantes todos los días de mi vida. E iré a los confines de la tierra”, dijo el prelado, “para defender sus derechos”.

Defenderé los derechos de todas las religiones”

“Defenderé”, dijo el presidente de los obispos asiáticos, “cada mezquita, cada sinagoga, cada templo posible. Y sé que mis compañeros líderes religiosos que trabajan por la paz harían lo mismo por mí. Ese es el espíritu que necesitamos: respetar y defender las libertades de los demás para adorar como deseamos, expresar nuestra fe de acuerdo con nuestras tradiciones, convertirnos libremente de acuerdo con nuestra conciencia, pero nunca ser forzados, nunca imponer y nunca apoderarse o agarrar”.

“En épocas anteriores de la historia, sabemos que la confiscación de los edificios y sitios sagrados de los demás ha causado angustia y amargura incalculables y, en nuestra generación, no deberíamos ser tan tontos como para repetir los errores de la historia”.

Recalcar la reciprocidad es una virtud humana y natural, declaró: “Que Santa Sofía sea como es”.

El cardenal denunció varias injusticias hacia los musulmanes y cómo se ha pronunciado igualmente contra ellos.

“En mi país, Myanmar”, dijo, “las mezquitas han sido arrasadas y yo he hablado, con frecuencia y con cierto riesgo”.

“En China”, continuó, “los musulmanes uigures se enfrentan a lo que equivale a algunas de las peores atrocidades masivas del mundo contemporáneo e insto a la comunidad internacional a investigarlo. En India y Sri Lanka, los musulmanes han enfrentado una violencia espantosa y he condenado tal inhumanidad”.

“De manera similar, en Indonesia”, dijo, “las mezquitas musulmanas Ahmadía han sido destruidas por otros musulmanes, y las iglesias han sido cerradas por la fuerza. En Irán, los bahaíes se enfrentan a un intenso asalto a sus libertades, y en Siria e Irak los lugares sagrados han sido destruidos sin motivo, mientras que, lamentablemente, más cerca de casa, hemos visto el mismo fenómeno en China con los santuarios destruidos, la cruz eliminada de los lugares de culto, e incluso iglesias, como la Iglesia Xiangbaishu en Yixing, demolidas”.

“Convertir Santa Sofía en una mezquita”, declaró el cardenal Bo, “representa un debilitamiento similar de la libertad de religión o creencias, el amor mutuo, el respeto a la dignidad de la diferencia”.

¿Qué hace la conversión aparte de dividir?

“En un momento en que la humanidad está sufriendo tensiones intensas debido a la pandemia mundial”, apeló, “tenemos que unirnos, no separar a las comunidades”. “Debemos –alentó– dejar de lado las políticas de identidad, abandonar los juegos de poder, prevenir conflictos étnicos y religiosos y valorar la dignidad de la diferencia entre todos los seres humanos. Y debemos apreciar la diversidad y la unidad que encontramos dentro de ella”.

“¿Cómo convertir lo que una vez fue la catedral más grande del mundo en una mezquita no hace más que sembrar tensiones, dividir a la gente e infligir dolor? ¿Cómo ayuda a unir a la gente el hecho de poner a Santa Sofía en manos de personas que no tienen sentido de su historia y su patrimonio y que destruirán su identidad cristiana? ¿Cómo es la apoderación de Santa Sofía congruente con el artículo 18 de la Declaración Universal de Derechos Humanos? No lo es. Simplemente reabre las heridas y exacerba las divisiones en un momento en que deberíamos estar curando a la humanidad”.

Se necesita una garantía clara para Hong Kong

Con respecto a Hong Kong, en su mensaje a principios de este mes, el cardenal Bo dijo: “Me preocupa que la ley represente una amenaza para las libertades básicas y los derechos humanos en Hong Kong”, subrayando: “Esta legislación potencialmente socava la libertad de expresión, la libertad de asamblea, libertad de medios y libertad académica”.

“Podría decirse que”, dijo, “la libertad de religión o de creencias está en riesgo”.

Según muchos informes, el cardenal Bo señaló que “la libertad de religión o de creencias en China continental está sufriendo las restricciones más severas experimentadas desde la Revolución Cultural”.

“Incluso si la libertad de culto en Hong Kong no se ve afectada directa o inmediatamente, la nueva ley de seguridad y su amplia criminalización de “subversión’, ‘secesión’ y ‘colusión’ con fuerzas políticas extranjeras podría dar lugar, por ejemplo, al monitoreo de la predicación religiosa, la criminalización de las vigilias de oración a la luz de las velas y el hostigamiento de los lugares de culto que ofrecen santuario o sustento a los manifestantes. Rezo para que esta ley no otorgue al gobierno la licencia para interferir en los asuntos internos de las organizaciones religiosas y los servicios que brindan al público en general”.

Se debe dar una clara seguridad, instó, a mis hermanos obispos y compañeros sacerdotes mientras preparan sus homilías, al clero protestante mientras reflexionan sobre sus sermones, y también a los líderes religiosos de otras religiones que deben instruir a sus comunidades. La participación de los cuerpos religiosos en los asuntos sociales –afirmó– no debe ser perturbada.

“Las disposiciones de la Ley Básica de Hong Kong garantizan la libertad de creencia”, señaló, y preguntó: “¿Se penalizará a los líderes religiosos por predicar sobre la dignidad humana, los derechos humanos, la justicia, la libertad, la verdad? Hemos aprendido de una gran experiencia que donde sea que se socava la libertad en su conjunto, la libertad de religión o de creencias, tarde o temprano, se ve afectada”.

Por estas razones, y “en el espíritu de los profetas, mártires y santos de nuestra fe”, dijo el prelado asiático, “insto a las personas a orar por Hong Kong hoy”.

Aquí está la declaración del cardenal Bo el 24 de julio sobre Santa Sofía:

***

Declaración del cardenal Charles Bo sobre Santa Sofía

La libertad de religión o de creencias es un derecho humano fundamental para todos, de cada fe y ninguna. El derecho a elegir, practicar, expresar y cambiar la fe de uno, o no tener fe en absoluto, es la libertad más básica para cualquier alma. Y es una libertad que he defendido de manera constante y apasionada para musulmanes, budistas, hindúes, judíos y cristianos de todas las tradiciones, en mi propio país de Myanmar y en toda Asia.

De hecho, a menudo he hablado en defensa de los pueblos musulmanes perseguidos en Myanmar, y seguiré haciéndolo sin dudarlo e inequívocamente. La verdadera libertad de religión requiere el respeto a la libertad de práctica de los demás, así como el ejercicio y la defensa de la propia libertad.

Por esa razón, la decisión en Turquía de convertir lo que fue durante 1.000 años la catedral más grande del mundo, Santa Sofía, en una mezquita, me entristece. Y como presidente de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia, me corresponde a mí decirlo.

No me duele porque quiera negarles a mis hermanos musulmanes lugares de culto. Por el contrario, defiendo su derecho a hacerlo tanto como defiendo a todos. Nada de lo que digo aquí debe ser tomado por aquellos que persiguen a los musulmanes –en Myanmar o más allá– como justificación de sus acciones: nunca puede ser. La persecución de cualquier tipo debe ser contrarrestada por personas de fe, esperanza y amor y por la humanidad. Pero la decisión de convertir a Santa Sofía en una mezquita no puede ser vista como otra cosa que un asalto innecesario a la libertad de religión o creencia.

La fe es un asunto del alma, corazón, mente y espíritu. Los templos de la fe están dentro de las personas, no en los edificios. Sin embargo, los edificios sagrados representan y encarnan la historia, el patrimonio, el arte, la iconografía y la historia de la fe a lo largo de los milenios. Sin embargo, cuando se subvierten, pueden usarse como símbolos de poder y subyugación.

En mi país, Myanmar, las mezquitas han sido arrasadas y he hablado, con frecuencia y con algún riesgo. En China, los musulmanes uigures se enfrentan a lo que equivale a algunas de las peores atrocidades masivas del mundo contemporáneo e insto a la comunidad internacional a investigar. En India y Sri Lanka, los musulmanes han enfrentado una violencia espantosa y he condenado tal inhumanidad.

Del mismo modo, en Indonesia, las mezquitas musulmanas de Ahmadiyya han sido destruidas por otros musulmanes, y las iglesias se han cerrado por la fuerza. En Irán, los bahaíes se enfrentan a un intenso asalto a sus libertades, y en Siria e Irak los lugares sagrados han sido destruidos sin motivo, mientras que, lamentablemente, más cerca de casa, hemos visto el mismo fenómeno en China con los santuarios destruidos, la Cruz eliminada de los lugares de culto, e incluso iglesias, como la Iglesia Xiangbaishu en Yixing, demolidas.

Convertir a Santa Sofía en una mezquita representa un debilitamiento similar de la libertad de religión o de creencias, el amor mutuo y el respeto a la dignidad de la diferencia.

En un momento en que la humanidad está sufriendo tensiones intensas debido a la pandemia mundial, debemos unirnos, no separar a las comunidades. Necesitamos dejar a un lado las políticas de identidad, abandonar los juegos de poder, prevenir conflictos étnicos y religiosos y valorar la dignidad de la diferencia entre todos los seres humanos. Y debemos apreciar la diversidad y la unidad que encontramos dentro de ella.

¿Cómo convertir algo que alguna vez fue la catedral más grande del mundo en una mezquita hace algo más que sembrar tensiones, dividir a las personas e infligir dolor? ¿Cómo poner Santa Sofía en manos de personas que no tienen sentido de su historia y herencia y que destruirán su identidad cristiana ayuda a unir a las personas? ¿Cómo es la apoderación de Santa Sofía congruente con el artículo 18 de la Declaración Universal de Derechos Humanos? No lo es. Simplemente reabre las heridas y exacerba las divisiones en un momento en que deberíamos estar curando a la humanidad.

Trabajo con mis hermanos de todas las tradiciones religiosas más importantes todos los días de mi vida. E iré a los confines de la tierra para defender sus derechos. Defenderé cada mezquita, cada sinagoga, cada templo posible. Y sé que mis compañeros líderes religiosos que trabajan por la paz harían lo mismo por mí. Ese es el espíritu que necesitamos: respetar y defender las libertades de los demás para adorar como deseamos, expresar nuestra fe de acuerdo con nuestras tradiciones, convertirnos libremente de acuerdo con nuestra conciencia, pero nunca ser forzados, nunca imponer y nunca apoderarse o agarrar.

En épocas anteriores de la historia, sabemos que la incautación de los edificios y sitios sagrados y sagrados de los demás ha causado angustia y amargura incalculables y, en nuestra generación, no debemos ser tan tontos como para repetir los errores de la historia.

La reciprocidad es una virtud humana y natural.

Dejen que Santa Sofía sea como es

+ Charles Bo

Presidente de las conferencias de obispos de la Federación de Asia

Arzobispo de Yangon, Myanmar

Traducido por Richard Maher y Rosa Die

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