Las relaciones México – Vaticano: ‘De la desconfianza a una gran amistad’

El papa Pablo VI había prometido viajar a México pero falleció en 1978 sin poder cumplir su deseo. Después fue Juan Pablo II, quien encontró su visita facilitada y así su primer viaje apostólico lo realiza a México. Era el 1979. No había relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y el país latinoamericano, y se plantean una serie de problemas, entre los cuales que Relaciones Exteriores del país azteca pedía que el Santo Padre solicitara visa como cualquier otra persona.

Así lo cuenta la Dra. Lupita de Heredia, en una entrevista concedida a ZENIT, antes del viaje del papa Francisco a México programado del próximo viernes 12 al miércoles 17, en la que explica lo que vivió durante la apertura de la sede diplomática de su país ante la Santa Sede.

Lupita “la de la embajada”, como la conocían en el ámbito diplomático, se encontraba en Roma en el momento justo. De familia conocida en su país, con un abuelo famoso arquitecto de la época de Porfidio Díaz, más otros cuatro tíos abuelos jesuitas, uno de ellos Carlos María, autor del libro ‘Un reporter de la época de Cristo’, tenía una gran familiaridad con el Vaticano.

El padre de Lupita era mexicano y cuando estalló ‘Revolución del 11’, “se auto-exilió en Francia donde cursó la universidad y después en Roma en la Gregoriana. A continuación pasó a ser magistrado de la Rota Romana del Vaticano y después pasó a la Congregación de la Causa de los Santos”.

Ella nació en Roma durante la II Guerra Mundial, cuando en Italia Mussolini era aliado de Hitler, y recuerda: “Mi padre tuvo necesidad de un permiso especial que le permitía transitar por algunas calles de Roma, porque no era de ‘raza aria'”.

Lupita inicia a trabajar en Radio Vaticano, ubicada donde hoy está el Aula Pablo VI, con una revista ‘Il Sipral’. Todo esto le permitió conocer la Ciudad del Vaticano desde cerca. “En las Congregaciones entraba por una puerta y salía por otra, no me equivocaba con los teléfonos”, indicó.

“En los años 70 inicié a trabajar en el consulado de México, de allí tuve encargos en la embajada, pasé además un período en México, trabajando en Relaciones Exteriores, y en 1987 regresé a Italia”, explicó.

Una época en que las comunicaciones eran difíciles, y la praxis de las embajadas era cifrar mensajes, con comunicaciones complicadas. Y en 1979 se planteó “el trauma de ese señor que quería ir allá”, que alguno lo consideraba incluso ‘disfrazado’ por usar su hábito, recordó la señora Lupita. El problema era que “Relaciones Exteriores pedía que el Papa llevara su pasaporte con una visa concedida por México, como cualquier otra persona”.

Cuando fue el primer viaje de un Papa a México, en 1979,  no había relaciones diplomáticas. Y Juan Pablo II al llegar a México se encuentra ‘de casualidad’ con López Portillo en “Obras Públicas” y el presidente le dice: “Buenas tardes señor, le dejo con mi pueblo”.

“En México había –ironiza Lupita– una catolicidad de al menos uno 80 por ciento, una religiosidad popular profunda pero un poco laica, todos guadalupanos, y también masones guadalupanos, etc. Una mezcla de frijoles y tortilla”.

Así en 1990 le proponen a trabajar con el señor Agustín Téllez Cruces enviado como representante personal del presidente Salina de Gotari, ante el Papa. Por ello pasa “a la misión especial”, trabajando “con la persona más honesta que he conocido en mi vida”.

“Así poco a poco comenzamos a estar en el libro diplomático como representantes permanentes, Rusia tenía también nuestro estatus”. Y confió que “se iba solo a algunas recepciones”, especialmente si “había que ‘ventilar’ alguna cosa”.

Asimismo señaló que en la primera audiencia no oficial de la misión especial era necesario marcar distancia con el protocolo, por ello “fui de negro pero con manga corta”. El cambio llega en 1992 “con la modificación del artículo 130 de la Constitución de México, que dio entre otras atribuciones la facultad de voto a los sacerdotes”.

Se suceden así los viajes y en 1999, Juan Pablo II bendice la residencia presidencial de Los Pinos. “Entre el 1992 y el 2000 -señala Lupita- a muchísimos niños los niños les ponen de nombre Juan Pablo”. Después en el 2002 “llega el presidente Vicente Fox y su esposa, que al recibirlo le besan la mano, desatando todas las polémicas del mundo”. Hoy, en cambio indica Lupita, “el papa Francisco será recibido en la casa de Gobierno, marcando una actitud de gran amistad y colaboración”.

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