(ZENIT – Madrid) Con un larguísimo aplauso final, que supera el ya recibido en el escenario antes de iniciar el pase, concluía el estreno, en sesión privada, de la película Poveda. El agradecimiento de este público entregado era a Goya Producciones y Three Columns Entertaiment, a la Institución Teresiana, al director Pablo Moreno, a los actores –Raúl Escudero (padre Poveda), Elena Furiase (Pepita Segovia), Miguel Berlanga (Felipe), Silvia García (Marina), Fran Calvo (Manolo), tantos otros, y todo el numeroso equipo que ha contribuido a plasmar de manera creíble y profesional la figura de san Pedro Poveda, fundador de la Institución Teresiana y mártir de la fe.
Según declara a ZENIT Loreto Ballester, exdirectora de la Institución Teresiana, “ha sido un silencio muy largo, como larga es la relacion de nombres de las personas que han hecho posible la pelicula, como larga es la relacion de las personas, de entidades que hecho posible un rodaje que ha sacado un óptimo partido a los ambientes singulares de Guadix, de Covadonga, de Oviedo, de Jaén y ha permitido hacernos sentir, a quienes no lo vivimos, el ambiente que le rodeaba en Madrid, en el ultimo periodo de la vida de Poveda”. “Las últimas escenas de la película –añade–: la oscuridad y tristeza de las existencias arrebatadas y el resplandor de la vida que les sigue, con una banda sonora que potencia la expresividad de la imagen, necesitaban este aplauso”.
“Y a este aplauso le sigue el silencio denso por todo lo que la película deja dentro. Cerca de mi salían el padre Ángel García (Mensajeros de la Paz), un sobrino de Pepita Segovia con su familia, con quienes he mantenido comunicación en estos años, canónigos de la Catedral de Madrid, que tiene a Poveda en una de sus capillas, y para quienes Poveda es amigo en su sacerdocio alegre y disponible”.
“Un poquito más lejos, el abad de la Real Basílica de Covadonga que recorre las mismas escalinatas por las que Poveda subía a visitar a la Santina, don Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, un productor de cine de larga experiencia, jóvenes del movimiento juvenil que sigue hoy los caminos de Poveda, orgullosos de la plasmación de algo que cantan con entusiasmo: ‘Tu que fuiste un hombre soñador, dejame soñar tu idea….”, un notario, un arquitecto que han apoyado proyectos, una profesora de Derecho del Trabajo de la Universidad de las Islas Baleares, hermanos cofrades de la Hermandad del Refugio, que ya en aquel momento acogía a los marginados del centro de Madrid, y muchas personas que no identificabas. Con unas y otras, miradas cómplices, expresivas, mientras se va vaciando el amplio salón del cine Palafox. Los actores, todavia en las primeras filas, con muchos jóvenes que se les acercan y quieren una fotografia con ellos en esa espontaneidad del momento”, concluye su relato Loreto Ballester.
El estreno fue el 25 de febrero y este viernes, 26 de febrero, se hizo el pase de prensa. En todo momento los actores principales, Raúl Escudero y Elena Furiase, estuvieron disponibles para hacerse fotos y hablar con los periodistas.
Lo que más se ha grabado en Elena Furiase, nieta de la inefable Lola Flores, es la sencillez de la vida de las primeras teresianas, y la paz que transmitía Pedro Poveda. El que este “sacerdote de Jesucristo”, como se presentó ante sus captores, no entrara nunca en las provocaciones, que las tuvo y tantas, en toda su vida desde Guadix hasta su muerte fusilado en Madrid, el 28 de julio de 1936, en los primeros días de la contienda civil. No tuvo tiempo de ver los derroteros de España pero sí dijo a sus colaboradores que no entraran en la espiral de violencia que se adueñaba de la capital.
La creatividad del equipo ha permitido conjugar perfectamente la fidelidad a los hechos y alguna licencia poética, pocas. La más creíble es la de un miliciano, Manolo, interpretado magistralmente por Fran Calvo, de los que pululan en torno a la taberna de la calle de la Luna, la Casa del Pueblo en la calle Piamonte, y otros lugares a donde llevan a los detenidos en los primeros días de la subrevación militar. Manolo habla con Felipe (interpretado por Fran Berlanga), el escopetero que fue a detener a Poveda a la calle Alameda. La conversación entre Poveda y su captor tiene gran fuerza dramática, trasluce el drama de las dos españas. Manolo habla con Felipe y adivina que el Poveda que van a fusilar es el que él conoció en su infancia en Guadix, le recomendó que aprendiera a leer, y le dijo que, en medio de las injusticias, la verdad, la luz, se impone sobre las tinieblas. Poveda conserva en su breviario una foto del chaval, vestido de monaguillo en la inauguración de las escuelas del Sagrado Corazón, subvencionadas con donativos de los cueveros, de la ciudad de Guadix, y hasta de Madrid, de algunos políticos, y del mismo rey Alfonso XIII.
El trasfondo dramático de la historia lo subraya el director Pablo Moreno con la luminosidad de los días jóvenes de Poveda en Guadix, Covadonga y Jaén, y el avance de las tinieblas, las escenas oscuras y semiveladas de los primeros días del contragolpe protagonizado por campesinos, obreros, hombres y mujeres que salen a la calle a defender la II República. En medio, como tantos otros inocentes, estaba Pedro Poveda. La orden de ejecución venía “de muy alto”.
Ya a la salida, surge la conversación animada. Saludos, comentarios, jóvenes que piden a los asistentes colaborar con su aportación para sufragar una entrada a niños y jovenes de escasos recursos para que puedan acceder al cine más próximo y ver el filme.
El salón de entrada del cine Palafox se transforma en pequeños círculos de quienes se van reconociendo en torno a distintas facetas del compromiso que dejó sembrado Poveda cuando, con su lema “ahora es tiempo”, iba depositando su Obra en las manos de quienes le darían continuidad, fundamentalmente al principio mujeres, maestras, inspectoras, profesionales de la medicina, farmacia, juristas, concejales, diputadas de la Asamblea. Están entre las primeras feministas católicas de este país.
“La película –concluye Loreto Ballester– hace patente la fecundidad de una existencia de gran calado humano, que no excluye el miedo ante lo desconocido que amenaza, las preguntas hondas ante las dificultades, de una existencia sostenida por la cercanía de Dios, de una vida con lucidez y audacia que renuncia a lamentos y condenas para proponer proyectos y acciones impregnados de audacia y mansedumbre, que darán valor y convertirán en protagonistas, en agentes de la historia, hasta ser considerados ‘un peligro’ quienes no eran los mejor considerados de su tiempo: los habitantes de zonas marginadas, las mujeres, los maestros”.
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