Con María la Madre de Jesús y Madre de todos
Dios nacido de mujer, prefiere a los pequeños que hablan su mismo idioma: el amor humilde
(RV).- En la «capital espiritual» de Polonia, el Papa Francisco peregrinó al santuario de Nuestra Señora de Jasna Góra. Después de haberse detenido en silencio orante ante la célebre y amada imagen de la Virgen Negra de Częstochowa, con la entrega devota de una Rosa de Oro, celebró una Misa multitudinaria con ocasión del 1050 aniversario del Bautismo del pueblo polaco y destacó la feliz coincidencia con el Jubileo de la Misericordia.
Recibido por una gran multitud de fieles, en el segundo día de su Viaje a Cracovia para la JMJ 2016, en su homilía, con las lecturas de la liturgia, Francisco destacó el «hilo divino, que pasa por la historia humana y teje la historia de la salvación», hilo divino – añadió – al que se entrelaza en la historia el hilo mariano.
Haciendo hincapié en la «abundancia de la misericordia divina, el Papa señaló que «sorprende sobre todo cómo se realiza la venida de Dios en la historia: «nacido de mujer». Ningún ingreso triunfal, ninguna manifestación grandiosa del Omnipotente»…, sino «como un niño dado a luz por su madre, con ese estilo del que nos habla la Escritura».
«Dios nos salva haciéndose pequeño, cercano y concreto», reiteró el Sucesor de Pedro, recordando que el Señor «manso y humilde de corazón» (Mt 11,29) prefiere a los pequeños, porque se opone a la soberbia que procede del mundo. Pensando en los hijos e hijas del pueblo polaco, y evocando a San Juan Pablo II y Santa Faustina, como «anunciadores mansos y fuertes de la misericordia», dijo que «a través de estos «canales» de su amor, el Señor ha hecho llegar dones inestimables a toda la Iglesia y a toda la humanidad».
Pensando en el don de un milenio abundante de fe, es bello sobre todo agradecer a Dios, que ha caminado con el pueblo polaco, llevándolo de la mano y acompañándolo en tantas situaciones, señaló también el Papa, añadiendo que «es lo que siempre estamos llamados a hacer, también como Iglesia: escuchar, comprometernos y hacernos cercanos, compartiendo las alegrías y las fatigas de la gente, de manera que se transmita el Evangelio de la manera más coherente y que produce mayor fruto: por irradiación positiva, a través de la transparencia de vida».
Invitando a volver los ojos a María y a pedir «la gracia de hacer nuestra su sencillez, su fantasía en servir al necesitado, la belleza de dar la vida por los demás, sin preferencias ni distinciones. Que ella, causa de nuestra alegría, que lleva la paz en medio de la abundancia del pecado y de los sobresaltos de la historia, nos alcance la sobreabundancia del Espíritu, para ser siervos buenos y fieles», el Papa añadió el anhelo de que «por su intercesión, la plenitud del tiempo nos renueve también a nosotros. De poco sirve el paso entre el antes y el después de Cristo, si permanece sólo como una fecha en los anales de la historia. Que pueda cumplirse, para todos y para cada uno, un paso interior, una Pascua del corazón hacia el estilo divino encarnado por María: obrar en la pequeñez y acompañar de cerca, con corazón sencillo y abierto».
(CdM – RV)
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