VATICANO, 27 Sep. 16 (ACI).-
El Papa Francisco desarrolló la homilía de la Misa de la mañana en la Capilla de la Casa Santa Marta –en la fiesta de San Vicente de Paúl– sobre la primera lectura que cuenta la historia de Job, quien vivía una gran “desolación espiritual” y “había perdido todo”, y ofreció algunos consejos para todo aquel que se siente triste y deprimido.
“La desolación espiritual es algo que nos sucede a todos nosotros: puede ser más fuerte, más débil, pero es un estado del alma oscuro, sin esperanza, cauteloso, que hace no tener ganas de vivir, sin ver el final del túnel, con mucha agitación en el corazón y también en los pensamientos”.
Pero también, “la desolación espiritual nos hace sentir como si tuviésemos el alma dura: falla, falla y no se quiere vivir: ‘¡Es mejor morir’!, añadió el Papa.
Esto mismo es lo que le ocurre a Job, “mejor morir que vivir así”. “Tenemos que entender cuándo nuestro espíritu se encuentra en este estado de tristeza grande, con el que casi no se puede respirar: a todos nos pasa esto. Fuerte o no fuerte, pero a todos nos sucede. Hay que entender qué pasa en nuestro corazón”, aconsejó.
Francisco invitó entonces a preguntarse las razones de esta situación. “Qué debemos hacer cuando vivimos estos momentos oscuros, por una tragedia familiar, una enfermedad, o cualquier cosa que nos lleva a estar hacia abajo”. Quizás –continuó– alguno piensa “tomar una pastilla para dormir” y huir “de los acontecimientos”, o “tomar dos, tres, cuatro copas de alcohol”. Pero esto “no ayuda”, aseguró el Papa.
En cambio, la liturgia del día “nos hace ver qué hacer con esta desolación espiritual, cuando somos tibios, cuando estamos deprimidos, sin esperanza”.
Francisco reveló que la respuesta está en el salmo 87: “Llegue hasta Ti mi oración, Señor”. Por tanto, se necesita orar: “Es una oración de llamar a la puerta, ¡pero con fuerza!”, exclamó.
“Señor, estoy harto de aflicciones. Mi vida está al borde del infierno. Estoy entre aquellos que descienden a la fosa, soy como un hombre que no tiene fuerzas”, dijo el Papa.
“Cuántas veces nos sentimos así, sin fuerzas. Esta es la oración. El mismo Señor nos enseña como orar en estos momentos tan feos. ‘Señor, me has arrojado a la fosa más profunda. Pesa sobre mi tu furor. Llegue hasta Ti mi oración’”.
Francisco dijo de nuevo que “así tenemos que rezar en los momentos más feos, oscuros, de desolación, más duros, que nos endurecen. Esto es orar con autenticidad, es también desahogarse, como ha hecho Job con los hijos. Como un hijo”.
El Pontífice destacó que el personaje de la Biblia vivió también el silencio de los amigos en esta situación. Ante una persona que sufre, “las palabras pueden hacer mal” y por eso lo importante es estar con él, mostrar cariño y “no hacer discursos”.
“Cuando una persona sufre, cuando una persona está en la desolación espiritual se debe hablar lo menos posible y se debe ayudar con el silencio, la cercanía, las caricias, con la oración ante el Padre”.
A continuación, el Santo Padre dijo que 3 cosas se deben hacer:
“Primero, reconocer en nosotros momentos de desolación espiritual, cuando estamos en la oscuridad, sin esperanza, y preguntarnos por qué. Segundo, rezar al Señor como hoy la liturgia con este salmo 87 que nos enseña a orar en el momento de oscuridad”, prosiguió el Papa.
“Y tercero, cuando yo me acerco a una persona que sufre, sea por una enfermedad, por cualquier sufrimiento, pero que está en la desolación, silencio; pero silencio con mucho amor, cercanía, con caricias. Y no hacer discursos que al final no ayudan e incluso hacen mal”.
Francisco concluyó orando a Dios “para que nos de estas tres gracias: la gracia de reconocer la desolación espiritual, la gracia de orar cuando seamos sometidos a este estado, y también la gracia de saber acompañar a las personas que sufren momentos feos de tristeza y de desolación espiritual”.
Lectura y salmo comentados por el Papa
Job 3:1-3, 11-17, 20-23
1 Después de esto, abrió Job la boca y maldijo su día.
2 Tomó Job la palabra y dijo:
3 ¡Perezca el día en que nací, y la noche que dijo: «Un varón ha sido concebido!»
11 ¿Por qué no morí cuando salí del seno, o no expiré al salir del vientre?
12 ¿Por qué me acogieron dos rodillas? ¿por qué hubo dos pechos para que mamara?
13 Pues ahora descansaría tranquilo, dormiría ya en paz,
14 con los reyes y los notables de la tierra, que se construyen soledades;
15 o con los príncipes que poseen oro y llenan de plata sus moradas.
16 O ni habría existido, como aborto ocultado, como los fetos que no vieron la luz.
17 Allí acaba la agitación de los malvados, allí descansan los exhaustos.
20 ¿Para qué dar la luz a un desdichado, la vida a los que tienen amargada el alma,
21 a los que ansían la muerte que no llega y excavan en su búsqueda más que por un tesoro,
22 a los que se alegran ante el túmulo y exultan cuando alcanzan la tumba,
23 a un hombre que ve cerrado su camino, y a quien Dios tiene cercado?
Salmo responsorial
Salmo 88:2-8
2 Yahveh, Dios de mi salvación, ante ti estoy clamando día y noche;
3 llegue hasta tí mi súplica, presta oído a mi clamor.
4 Porque mi alma de males está ahíta, y mi vida está al borde del seol;
5 contado entre los que bajan a la fosa, soy como un hombre acabado:
6 relegado entre los muertos, como los cadáveres que yacen en la tumba, aquellos de los que no te acuerdas más, que están arrancados de tu mano.
7 Me has echado en lo profundo de la fosa, en las tinieblas, en los abismos;
8 sobre mí pesa tu furor, con todas tus olas me hundes.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 27 de septiembre de 2016
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