VATICANO, 23 Jun. 19 (ACI Prensa).-
Al celebrar la Santa Misa en la Solemnidad de Corpus Christi en la Parroquia Santa María Consoladora, en el barrio romano de Casal Bertone, el Papa Francisco aseguró que si recibimos de corazón la Eucaristía, “este Pan desatará en nosotros la fuerza del amor”.
Con esta fuerza, aseguró el Santo Padre, “nos sentiremos bendecidos y amados, y querremos bendecir y amar, comenzando desde aquí, desde nuestra ciudad, desde las calles que recorreremos esta tarde. El Señor viene a nuestras calles para decir-bien de nosotros y para darnos ánimo. También nos pide que seamos don y bendición”.
“En nuestra ciudad, hambrienta de amor y atención, que sufre la degradación y el abandono, frente a tantas personas ancianas y solas, familias en dificultad, jóvenes que luchan con dificultad para ganarse el pan y alimentar sus sueños, el Señor te dice: ‘tú mismo, dales de comer’. Y tú puedes responder: ‘tengo poco, no soy capaz’. No es verdad, lo poco que tienes es mucho a los ojos de Jesús si no lo guardas para ti mismo, si lo arriesgas”.
“Y no estás solo: tienes la Eucaristía, el Pan del camino, el Pan de Jesús”, aseguró.
El Papa Francisco subrayó que “bendecir hace bien”, pues “es la transformación de la palabra en don”.
“Cuando se bendice, no se hace algo para sí mismo, sino para los demás. Bendecir no es decir palabras bonitas, no es usar palabras de circunstancia; es decir bien, decir con amor”.
“Cuántas veces también nosotros hemos sido bendecidos, en la iglesia o en nuestras casas, cuántas veces hemos escuchado palabras que nos han hecho bien, o una señal de la cruz en la frente. Nos hemos convertido en bendecidos el día del Bautismo, y al final de cada misa somos bendecidos”, dijo.
El Santo Padre destacó que “la Eucaristía es una escuela de bendición. Dios dice bien de nosotros, sus hijos amados, y así nos anima a seguir adelante”.
“Y nosotros bendecimos a Dios en nuestras asambleas, recuperando el sabor de la alabanza, que libera y sana el corazón. Vamos a Misa con la certeza de ser bendecidos por el Señor, y salimos para bendecir nosotros a su vez, para ser canales de bien en el mundo”, dijo.
El Papa Francisco subrayó que “es importante que los pastores nos acordemos de bendecir al pueblo de Dios. Queridos sacerdotes, no tengáis miedo de bendecir, el Señor desea decir bien de su pueblo, está feliz de que sintamos su afecto por nosotros”.
“Y solo en cuanto bendecidos podremos bendecir a los demás con la misma unción de amor”.
El Santo Padre lamentó “con qué facilidad hoy se maldice, se desprecia, se insulta. Presos de un excesivo arrebato, no se consigue aguantar y se descarga la ira con cualquiera y por cualquier cosa”.
“Nosotros, que comemos el Pan que contiene en sí todo deleite, no nos dejemos contagiar por la arrogancia, no dejemos que la amargura nos llene. El pueblo de Dios ama la alabanza, no vive de quejas; está hecho para las bendiciones, no para las lamentaciones”.
El Papa señaló luego que en la multiplicación de los panes “Jesús no hace magia, no transforma los cinco panes en cinco mil y luego dice: ‘ahora, distribuidlos’. No. Jesús reza, bendice esos cinco panes y comienza a partirlos, confiando en el Padre”.
“Y esos cinco panes no se acaban. Esto no es magia, es confianza en Dios y en su providencia”, destacó.
“En el mundo siempre se busca aumentar las ganancias, incrementar la facturación… Sí, pero, ¿cuál es el propósito? ¿Es dar o tener? ¿Compartir o acumular? La ‘economía’ del Evangelio multiplica compartiendo, nutre distribuyendo, no satisface la voracidad de unos pocos, sino que da vida al mundo. El verbo de Jesús no es tener, sino dar”.
El Papa Francisco destacó que “el Señor hace cosas grandes con nuestra pequeñez, como hizo con los cinco panes. No realiza milagros con acciones espectaculares, sino con gestos humildes, partiendo con sus manos, dando, repartiendo, compartiendo”.
“La omnipotencia de Dios es humilde, hecha solo de amor. Y el amor hace obras grandes con lo pequeño”, señaló.
“La Eucaristía nos los enseña: allí está Dios encerrado en un pedacito de pan. Sencillo y esencial, Pan partido y compartido, la Eucaristía que recibimos nos transmite la mentalidad de Dios. Y nos lleva a entregarnos a los demás. Es antídoto contra el ‘lo siento, pero no me concierne’, contra el “no tengo tiempo, no puedo, no es asunto mío’”, dijo.
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