(ZENIT – 29 oct. 2019).- “La escucha del clamor de la tierra y el grito de los pobres y de los pueblos de la Amazonía con los que caminamos nos llama a una verdadera conversión integral” señalan los participantes en el punto 17, capítulo I, en el documento final del Sínodo Especial para la Región Panamazónica, referido a la conversión integral.
Esto es, una “conversión personal y comunitaria” que nos compromete a relacionarnos armónicamente con la obra creadora de Dios, que es la “casa común”, subrayan, una “conversión que nos lleve a ser una Iglesia en salida que entre en el corazón de todos los pueblos amazónicos”.
En este sentido, escriben que la “única conversión al Evangelio vivo, que es Jesucristo, se podrá desplegar en dimensiones interconectadas para motivar la salida a las periferias existenciales, sociales y geográficas de la Amazonía”: la pastoral, la cultural, la ecológica y la sinodal.
33.600.000 personas
33.600.000 personas viven en la Amazonía, también llamada Panamazonía, de los cuales entre 2 y 2,5 millones son indígenas. Este extenso territorio, conformado por la cuenca del río Amazonas y todos sus tributarios, se extiende por 9 países: Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Brasil, Guyana, Surinam y Guayana Francesa.
La región amazónica es esencial para la distribución de las lluvias en las regiones de América del Sur y contribuye a los grandes movimientos de aire alrededor del planeta; en la actualidad es la segunda área más vulnerable del mundo con relación al cambio climático por la acción directa del hombre.
Realidad pluriétnica y multicultural
En la región Amazónica existe una realidad pluriétnica y multicultural. El agua y la tierra de esta región nutren y sustentan la naturaleza, la vida y las culturas de cientos de comunidades indígenas, campesinos, afro-descendientes, mestizos, colonos, ribereños y habitantes de los centros urbanos.
Los diferentes pueblos supieron adaptarse al territorio, se describe en el punto 8. Los rostros que habitan en la Amazonía son muy variados. Además de los pueblos originarios, existe un gran mestizaje nacido con el encuentro y desencuentro de los diferentes pueblos.
“Buen vivir”
La búsqueda de los pueblos indígenas amazónicos de la “vida en abundancia”, se concreta en lo que ellos llaman el ‘buen vivir’, y que se realiza plenamente en las Bienaventurazas. Se trata de “vivir en armonía consigo mismo, con la naturaleza, con los seres humanos y con el ser supremo”, explican en el punto 9.
Los pueblos indígenas “aspiran a lograr mejores condiciones de vida, sobre todo en salud y educación, a disfrutar del desarrollo sostenible protagonizado y discernido por ellos mismos y que mantenga la armonía con sus formas tradicionales de vida, dialogando entre la sabiduría y tecnología de sus antepasados y las nuevas adquiridas” (punto 9).
Amenazas
Del punto 10 al 14 se exponen algunas ideas sobre el “clamor de la tierra y el grito de los pobres”. La Amazonía hoy es una “hermosura herida y deformada”, un “lugar de dolor y violencia”. En el punto 10 se advierten de las “amenazas reales” contra la naturaleza, que tienen consecuencias contra la vida de los pueblos.
Las principales amenazadas contra la vida de estas personas son: La apropiación y privatización de bienes de la naturaleza, como la misma agua; las concesiones madereras legales y el ingreso de madereras ilegales; la caza y la pesca predatorias; los mega-proyectos no sostenibles (hidroeléctricas, concesiones forestales, talas masivas, monocultivos, carreteras, hidrovías, ferrocarriles y proyectos mineros y petroleros); la contaminación ocasionada por la industria extractiva y los basureros de las ciudades y, sobre todo, el cambio climático.
La comunidad científica, por su parte, advierte de los riesgos de la deforestación, que hasta la fecha se acerca a casi el 17% del bosque amazónico total, y que amenaza la supervivencia de todo el ecosistema, poniendo en peligro la biodiversidad y cambiando el ciclo vital del agua para la supervivencia del bosque tropical.
Migraciones
Un fenómeno para abordar son las migraciones. En la Región Amazónica, ocurren tres procesos migratorios simultáneos, se expone en el punto 12.
En primer lugar, los casos de “movilidad de grupos indígenas” en territorios de circulación tradicional, separados por fronteras nacionales e internacionales. En segundo lugar, el “desplazamiento forzado de pueblos indígenas, campesinos y ribereños expulsados de sus territorios”, y cuyo destino final suele ser las zonas más pobres y peor urbanizadas de las ciudades. En tercer lugar, las “migraciones forzadas interregionales y el fenómeno de los refugiados”, que obligados a salir de sus países (entre otros, Venezuela, Haití, Cuba) deben cruzar la Amazonía como corredor migratorio.
Por ello, se necesita una atención pastoral transfronteriza capaz de comprender el derecho a la libre circulación de estos pueblos. Además, el tráfico de personas vinculado, a la migración, requiere un permanente trabajo pastoral en red.
La Iglesia en la Región Amazónica
Los nuevos caminos de la evangelización deben construirse en diálogo con estos conocimientos fundamentales en los que se manifiestan como semillas de la Palabra (punto 14).
La Iglesia en su proceso de escucha al clamor del territorio y del grito de los pueblos ha de hacer memoria de sus pasos. De este modo, señalan: La Iglesia tiene la “oportunidad histórica” de diferenciarse de las nuevas potencias colonizadoras escuchando a los pueblos amazónicos para poder ejercer con transparencia su actividad profética. Además, la crisis socioambiental abre “nuevas oportunidades para presentar a Cristo en toda su potencialidad liberadora y humanizadora”.
Mártires
Una de las páginas más gloriosas de la Amazonía la han escrito los mártires, redactan en el punto 16. Este Sínodo reconoce con admiración a quienes luchan, con gran riesgo de sus propias vidas, para defender la existencia de este territorio.
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