(ZENIT –28 oct. 2019).- Entre las propuestas contenidas en el capítulo IV del Documento final del Sínodo de la Amazonía se encuentra la creación de un Observatorio Socio Pastoral Amazónico que fortalezca “la lucha por la defensa de la vida” y de una oficina amazónica, integrada en el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, que se relacione con este Observatorio y el resto de instituciones locales amazónicas.
El Documento final de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos sobre la Región Panamazónica sobre el tema Amazonía: Nuevos Caminos para la Iglesia y para una Ecología Integral, presenta 120 puntos y está dividido en una introducción, cinco capítulos y una conclusión.
La conversión ecológica
Los capítulos responden a cinco conversiones: la conversión integral, la conversión pastoral, la conversión cultural, la conversión ecológica y la conversión sinodal. Así, efectivamente, el capítulo IV, titulado “Nuevos caminos de conversión ecológica” está centrado en la cuestión ambiental.
En concreto, el capítulo que nos atañe, comienza señalando la necesidad de una “conversión ecológica” que responda adecuadamente a la “crisis socioambiental sin precedentes” en la que vivimos: “frente a la agresión cada vez mayor a nuestro bioma amenazado por su desaparición con consecuencias tremendas para nuestro planeta, nos ponemos en camino inspirados por la propuesta de la ecología integral. Reconocemos las heridas causadas por el ser humano en nuestro territorio, queremos aprender de nuestros hermanos y hermanas de los pueblos originarios, en un diálogo de saberes, el desafío de dar nuevas respuestas buscando modelos de desarrollo justo y solidario”.
Hacia una ecología integral
La ecología integral, “conecta el ejercicio del cuidado de la naturaleza con aquél de la justicia por los más empobrecidos y desfavorecidos de la tierra, que son la opción preferida de Dios en la historia revelada”, indica el documento, añadiendo que “la depredación del territorio viene acompañada del derramamiento de sangre inocente y de la criminalización de los defensores de la Amazonía”, indica el punto 66.
Ante ello, el 70 define el compromiso con la defensa del ambiente y de los derechos humanos y articula los principales rasgos que han de caracterizar el posicionamiento de los cristianos: “a) denunciamos la violación de los derechos humanos y la destrucción extractiva; b) asumimos y apoyamos las campañas de desinversión de compañías extractivas relacionadas al daño socio-ecológico de la Amazonía, comenzando por las propias instituciones eclesiales y también en alianza con otras iglesias; c) llamamos a una transición energética radical y a la búsqueda de alternativas (…)”.
Nuevos modelos de desarrollo
Por otra parte, en el punto 71, pide a los Estados que dejen de considerar a la Amazonía “como una despensa inagotable” y los exhorta a desarrollar “políticas de inversión que tengan como condición para toda intervención, el cumplimiento de elevados estándares sociales y medio ambientales y el principio fundamental de la preservación de la Amazonía”, que sean inclusivas y cuenten con la participación de las comuniddes indígenas.
Así, junto a ellas y su concepción del “buen vivir”, el punto número 73 expresa el apoyo a proyectos que no respondan a criterios comerciales y plantea “una economía solidaria y sostenible, circular y ecológica”: “En esta línea, convendría sostener y promover experiencias de cooperativas de bio-producción, de reservas forestales y de consumo sostenibles”.
Iglesia que cuida la “casa común”
Los pueblos indígenas saben cómo cuidar la Amazonía, pero necesitan, el apoyo de la Iglesia. Por ello, el párrafo 76 reconoce que “la Iglesia debe ayudar a preservar y mantener esos conocimientos y las innovaciones y prácticas de las poblaciones, respetando la soberanía de los países y sus leyes que reglamentan el acceso a los recursos genéticos y el conocimiento tradicional asociado”.
En esta misma línea, el siguiente punto habla de la necesidad de lograr políticas energéticas que reduzcan las emisiones de dióxido de carbono y otros gases relacionados con el cambio climático, con las “nuevas energías limpias” que ayudan a “promover la salud”. Al mismo tiempo se reconoce el derecho esencial al acceso al agua potable y segura porque “determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos” (LS 30).
Cuidar el territorio y las aguas
Además, el punto 78, destaca la opción de la Iglesia “por la defensa de la vida, de la tierra y de las culturas originarias amazónicas”, lo que implica “acompañar a los pueblos amazónicos en el registro, la sistematización y difusión de datos e informaciones sobre sus territorios y la situación jurídica de los mismos”, especialmente en el caso de los “PIACI (América hispanófona) o PIAV (América lusófona)”.
Finalmente, el 79 incluye el deseo de “crear ministerios para el cuidado de la “casa común” en la Amazonía, que tengan como función cuidar el territorio y las aguas junto con las comunidades indígenas, y un ministerio de acogida para aquellos que son desplazados de sus territorios hacia las urbes”.
Pecado ecológico
En cuanto a los nuevos caminos a seguir para lograr la conversión hacia una auténtica ecología integral, el consabido documento, dentro del punto 82, propone definir el pecado ecológico “como una acción u omisión contra Dios, contra el prójimo, la comunidad y el ambiente. Es un pecado contra las futuras generaciones y se manifiesta en actos y hábitos de contaminación y destrucción de la armonía del ambiente, transgresiones contra los principios de interdependencia y la ruptura de las redes de solidaridad entre las criaturas (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 340-344) y contra la virtud de la justicia”.
Asimismo, propone la creación de “ministerios especiales para el cuidado de la “casa común” y la promoción de la ecología integral a nivel parroquial y en cada jurisdicción eclesiástica, que tengan como funciones, entre otras, el cuidado del territorio y de las aguas, así como la promoción de la encíclica Laudato si’”.
Deuda ecológica y hábitos responsables
Igualmente, para reparar la deuda ecológica de los países con la Amazonía este capítulo presenta la proposición de un fondo mundial para cubrir parte de los “presupuestos de las comunidades presentes en la Amazonía que promueven su desarollo integral y autosostenible y así también protegerlas del ansia depredadora de querer extraer sus recursos naturales por parte de las empresas nacionales y multinacionales” (número 83).
En el punto 84, por su parte, se llama a la adquisición de hábitos responsables, que valoren y respeten el Amazonas, estimulando el reuso y el reciclado, reduciendo la dependencia de los combustibles fósiles y del plástico, reduciendo el consumo de carne y pescado. Al mismo tiempo que debe existir compromiso actrivo con la “siembra de árboles buscando alternativas sostenibles en agricultura, energía y movilidad que respeten los derechos de la naturaleza y el pueblo” y generar una “educación en ecología integral en todos los niveles”, así como “nuevos modelos económicos e iniciativas que promuevan una calidad de vida sostenible”.
Observatorio Socio Pastoral
Por último, en el punto 85, se describe la actividad del citado Observatorio Socio Pastoral Amazónico, que sería la de “realizar un diagnóstico del territorio y de sus conflictos socioambientales en cada Iglesia local y regional, para poder asumir una posición, tomar decisiones y defender los derechos de los más vulnerables”.
Además, “el Observatorio trabajaría en alianza con el CELAM, la CLAR, Caritas, la REPAM, los Episcopados nacionales, las Iglesias locales, las Universidades Católicas, la CIDH, otros actores no eclesiales en el continente y los representantes de los pueblos indígenas”.
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