Por: P. Jorge Enrique Mújica, L.C.
(ZENIT, 25.06.2021).- Tal vez pocos saben que hay unos “juegos olímpicos” en los que sólo compiten personas de la comunidad del acrónimo LGBT+: se trata de los Gay Games organizados por la Federation of Gay Games desde 1982. La última edición se tuvo en 2018 en París y, según los organizadores, participaron 10,317 atletas. La edición 2022 está prevista en Hong Kong.
Es evidente que la visibilidad que logran y el turismo que acarrean es altamente más bajo que el de los Juegos Olímpicos ordinarios que todos conocemos. Y es tal vez también por eso, por el afán de notoriedad, que el deporte se está convirtiendo en un campo de lucha que “la comunidad del acrónimo” se esfuerza por conquistar. Y ya lleva sus primeros pasos ganados.
Tokyo será la primera edición de unos Juegos Olímpicos en los que una persona biológicamente hombre competirá contra mujeres que biológicamente nacieron tales. La disciplina será el levantamiento de pesas.
Se llamó Gavin Hubbard pero ahora se hace llamar Laurel Hubbard. Es de nacionalidad neo zelandesa y cuenta con el respaldo del Comité Olímpico de Nueva Zelanda. En 2019, con 41 años, compitió contra dos mujeres en los Juegos del Pacífico y… ¿quién creen que ganó? El transgénero quien levantó 268 kilos: 7 y 13 kilos más que las ganadoras de la plata y el bronce.
Pero, ¿puede resultar realmente indiferente que personas biológicamente nacidos como hombres, independientemente de su auto-percepción, compitan contra mujeres? El Comité Mundial de Rugby tiene prohibido la inclusión de personas de este tipo en equipos de mujeres. No es algo arbitrario: tras reunir a científicos, abogados y atletas, se evidenció que las capacidades biológicas de un cuerpo masculino son superiores a las de uno femenino, independientemente de su percepción (véase “Letting trans women play in women’s sports is often unfair”, The Economis, 17.10.2020).
Esa es la misma razón que ha llevado a diferentes estados de la Unión Americana a legislar en esta materia, para vetar la posibilidad de que personas transgéneros compitan contra mujeres. Es el caso de Alabama, Arkansas, Mississippi, Montana, Tennessee, Virginia Occidental y, más recientemente, Florida. De hecho, al aprobar la ley en Florida el gobernador Ron Di Sanctis dijo claramente: “Nos vamos a guiar por la base biológica, no la base ideológica cuando practiquemos deportes».
Que un cuerpo masculino tenga ventajas fisiológicas sobre uno femenino es una evidencia que sólo la ideología de género no puede comprender. Pero es que no son sólo las leyes ni la evidencia racional. Es que tampoco las atletas quieren competir contra transgéneros. Save Women’s Sports es una organización que aboga por la preservación del sexo genético. Ya en abril de 2020 envió una carta al Comité Olímpico Internacional pidiendo revertir la aprobación que ese mismo Comité hizo en 2015 para permitir la inclusión de hombres que se sienten mujeres en las competiciones.
Según estudios de septiembre de 2020 del Karolinska Institute los transgénero mantienen una ventaja sobre las mujeres biológicas. Esto en la práctica supone más ventaja incluso que el dopaje. ¿Y luego dicen que la religión se opone a la ciencia?
A mediados de junio de 2021 también ha sido ampliamente comentada la ley aprobada en Hungría contra la publicidad de la homosexualismo en las escuelas.
El epicentro del debate social fue el partido que el 23 de junio sostuvieron Alemania y Hungría en el contexto de la Eurocopa. El alcalde alemán Dieter Reiter había abogado para que el estadio Allianz Arena se iluminara con los colores de la comunidad del acrónimo, el famoso arcoíris omnipresente durante todo el mes de junio. Literalmente hasta en el cereal (véase “Lanzamiento de los cereales gays de Kellogg´s para niños”).
La UEFA decidió que el estadio no se iluminaria por ser la asociación deportiva política y religiosamente neutral. Las críticas, empezando por las del alcalde de la ciudad, se hicieron sentir inmediatamente. También el ministro alemán de exteriores, Heiko Maas, criticó la decisión. Por cierto, Alemania no logró ganarle a Hungría. Ojalá que los colores no proyectados en el estadio no afectaron la capacidad de juego de los futbolistas alemanes.
Pero la UEFA no fue la única que se mereció un montón de críticas por mantenerse firme en una batalla que la causa de la ideología de género lleva muy avanzada. El presidente de Hungría Víctor Orban fue duramente atacado tras la aprobación amplísimamente mayoritaria del congreso de su país para no permitir la colonización ideológica de los niños en los colegios.
El primer ministro de Holanda dijo que tras esa ley “Hungría ya no tenía cabida en la Unión Europea”. En vísperas de la Cumbre de líderes europeos en Bruselas, 16 gobernantes firmaron una carta pidiendo respeto al colectivo del acrónimo. Por su parte, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, calificó de vergüenza la ley aprobada por el parlamento húngaro.
Todas estas reacciones hacen pensar en la injerencia de otros países en asuntos internos de otro. Y más en asuntos que ni siquiera son de su competencia. No al menos de la Unión Europea. Todos hablan de homofobia y discriminación, pero la pregunta sería: ¿alguien ha leído qué dice la ley? El húngaro, después de todo, no es algo muy accesible para todos y más bien parece que están leyendo El País, la Deutsche Welle o la BBC.
En declaraciones a la radio pública húngara, la ministra de Justicia Judit Varga ha dicho: «La declaración empieza con una afirmación intencionadamente falsa, cuando asegura que los párrafos incluidos en la ley de defensa de los menores son abiertamente discriminatorios y vulneran la libertad de expresión. Esto simplemente no es verdad».
Lo ha dicho también el presidente Orbán en declaraciones este 24 de junio: “Yo soy un defensor de sus derechos (de los homosexuales). Luché por la libertad contra el régimen comunista, donde la homosexualidad estaba penada. Pero esta ley no es sobre eso. Es sobre los derechos de los niños y de los padres. Defiende la exclusividad de los padres a la hora de decidir cómo quieren educar sexualmente a sus hijos».
Junio es el mes del así llamado “gay pride”. Es habitual que negocios, políticos y ahora también los deportes se pronuncien a favor. Algunos votos les darán y ser gay friendly es un dogma contemporáneo. Tal vez hasta que te toca que un hombre que se auto-percibe mujer compite en boxeo contra tu hija o hasta que tienes la osada tarea de leer que dice de verdad -traducida- una ley de un país cuyo idioma no conoces.
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