Kofele – Con motivo de la Jornada Misionera Mundial nos ha llegado a la Agencia Fides el testimonio de Su Exc. Mons. Antonio Mattiazzo, obispo emérito de Padua, que desde el pasado mes de septiembre, “es un simple misionero, sin otros títulos”, como él mismo se ha definido, en la Prefectura Apostólica de Robe, Etiopía. “En mi interior, desde la adolescencia, he sentido la pasión por la misión, que nunca se ha extinguido con el pasar de los años”, dice el padre Antonio. “Una vez concluido mi ministerio como obispo de Padua, sintiéndome aun con buena salud, he experimentado, en el silencio de la oración, la inspiración a irme de misión, escogiendo un puesto de avanzada de la primera evangelización, que he encontrado en la Prefectura Apostólica de Robe, con poco personal entre una población muy pobre. Como Obispo soy sucesor de los Apóstoles, y aquí me comparo y me siento inspirado por el ministerio de los primeros apóstoles y de San Pablo. Considero que es una gracia que el Señor se ha dignado concederme” continúa.
“Aquí soy un 'simple misionero', sin otros títulos, al servicio pastoral de la comunidad de Kofele, dirigida por el padre capuchino Bernardo Coccia. Además de la comunidad en el centro de Kofele, hay algunas otras comunidades que hay que seguir pastoralmente, alguna muy al inicio. Se trata de las ‘plantatio ecclesiae’ entre una población mayoritariamente musulmana y de religión tradicional. Llegué aquí el 10 de septiembre, y el 29 del mismo mes, el padre Bernardo partió para Italia, donde permanecerá durante unos dos meses. Así que estay solo con un hermano capuchino, para seguir la vida pastoral, por supuesto con la ayuda del Prefecto Apostólico Padre Angelo Antolini.
Me he esforzado para aprender la lengua Oromo, que ya puedo leer bastante bien, y para la predicación y la catequesis utilizo el Inglés, que traduce un catequista. Desde hace tres semanas he abierto una escuela para catequistas y catecúmenos, que es frecuentada asiduamente.
Inspirado por Charles de Foucauld, he empezado junto con las religiosas y los fieles, la adoración eucarística, con la intención de hacer llegar a todos, con nuestras oraciones de adoración, el influjo del amor misericordioso de Jesús y su poder salvífico”, concluye el Padre Antonio.
El grupo de obispos eméritos que, al terminar por razones de edad su servicio en una iglesia local, siguen activos en las comunidades cristianas desempeñando su papel como párrocos, vice-párrocos o misioneros en tierras lejanas, parece destinado a crecer, hasta el punto de ser un punto de atención en el CELAM .
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