(ZENIT – Roma).- Cuando la periodista española Salud Hernández Moro fue puesta en libertad, el 27 de mayo, tras su secuestro de una semana, sus primeras palabras fueron de agradecimiento y reconocimiento a la Iglesia católica de Colombia. Tal y como como han informado las agencias de prensa, la Iglesia, junto con la “Defensora del Pueblo”, han sido los mediadores reales en su liberación y en los otros dos periodistas colombianos que fueron secuestrados por los guerrilleros de ELN.
En su cuenta de twitter, la corresponsal en Colombia dio las “gracias de corazón a todos los que rezaron por mí”. Asimismo, mostró su “eterna gratitud a los curas del Catatumbo, a las monjas que hacen una labor social impagable, a la Defensoría del pueblo de Ocaña…”. También agradeció a toda la gente que “mandó mensajes solidarios” y “a Dios, el que más hizo. Tuve una suerte increíble. Otros pasaron meses y años, y muchos no regresaron. gracias, gracias, gracias”.
La Iglesia –señala la agencia Fides– se ha convertido en un punto de referencia en las zonas de conflicto, sobre todo por la confianza de la que goza entre este grupo guerrillero. El ELN de hecho, había pedido que se entregase la periodista secuestrada, al párroco de San Calixto y al párroco de la Catedral de Santa Ana, en Ocaña, que han estado acompañados por los oficiales de la institución “Defensora del Pueblo” (grupo de defensa de los derechos de los ciudadanos ante el estado) y por el obispo de Tibú, monseñor Omar Sánchez.
La intervención del obispo de la diócesis de Ocaña, monseñor Gabriel Ángel Villa Vahos, que anunció personalmente la liberación de la periodista, “ha sido un factor determinante de todos los contactos con el ELN y con los militares para alcanzar la fase de la liberación”.
Por su parte, el sábado, el presidente Juan Manuel Santos celebró la liberación de los tres retenidos y anunció un plan de inversión en bienestar social, económico y de seguridad para esa región considerada una de las más pobres y conflictivas del país.
Colombia vive un conflicto armado de más de medio siglo, que ha involucrado a guerrillas, paramilitares, grupos narcotraficantes y fuerzas del Estado. Este conflicto ha dejado ya 260.000 muertos, 45.000 desaparecidos y 6,8 millones de desplazados.
El cardenal colombiano Rubén Salazar Gómez, al conocer la noticia del secuestro recordó que “todo secuestro es un crimen que atenta contra la dignidad de la persona humana”. “Nunca se justifica un secuestro, menos ahora cuando en Colombia estamos creciendo en la conciencia que debemos renunciar definitivamente a todos los medios violentos y tratar de construir juntos la paz”, afirmó el purpurado. Y por eso hizo un llamamiento urgente a este grupo insurgente para que libere a todos los secuestrados y se sienten a negociar con el Gobierno.
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