«¡Nadie excluido!»: así se podría resumir el testimonio que llevó
a san Felipe Neri a compartir con san Pedro «el título de apóstol de Roma». Una
síntesis —de gran significado en el Año santo de la misericordia— trazada por
el cardenal Pietro Parolin, quien el jueves 26 de mayo concluyó solemnemente
las celebraciones por el quinto centenario del nacimiento de “Felipín el bueno”
con una misa presidida en la iglesia romana de Santa María en Vallicella.
«Nadie excluido».
Una expresión que, explicó el secretario de Estado, en Felipe
Neri encierra la «alegría contagiosa» que surgía de su encuentro con Cristo, el
«testimonio» dado «en la vida cotidiana» con «gestos sencillos», la capacidad
de «compartir el camino» de los más pobres y desesperados y «seguir a los
jóvenes» hablándoles de modo «sincero» y cautivador, su capacidad de estar
disponible para las confesiones con la mayor frecuencia posible. Un sacerdote,
en definitiva, «que nunca dio un paso atrás cuando se trataba del bien de las
almas a él encomendadas» y que «se puede definir como el sacerdote para todos
los tiempos, porque su ejemplo es imperecedero». Convencido de que «la santidad
era accesible a todos», añadió el purpurado, san Felipe «penetró en el corazón
de la gente» con su «método de apostolado, a partir de la amistad y de la
relación personal con Cristo, la referencia a la misericordia y al amor
divino».
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