VATICANO, 21 Ago. 19 (ACI Prensa).-
“La señal de que uno es un buen cristiano es cuando la conversión llega al bolsillo”. Con esas palabras pronunciadas durante la Audiencia General de este miércoles 21 de agosto en el Aula Pablo VI del Vaticano, el Papa Francisco explicó qué hay que hacer para ser un buen cristiano.
“Si queréis saber si sois buenos cristianos…, sí, debéis rezar, debéis tratar de acercaros a la comunión, a la reconciliación…, pero la señal de que tu corazón se ha convertido es cuando tu conversión llega al bolsillo. Ahí es donde se ve si uno es generoso con los demás, si uno ayuda a los más débiles, a los más pobres: cuando te toca a tu propio interés. Cuando la conversión llega ahí, estad seguros de que es una verdadera conversión. Si únicamente se queda en las palabras, en los gestos…, no es una buena conversión”.
En su catequesis, el Papa reflexionó sobre el término koinonia, “palabra griega que quiere decir, ‘poner en común’, ‘compartir’, ‘comunicar, participar’. En la Iglesia del origen, koinonia hacía referencia, sobre todo, a la participación en el Cuerpo y Sangre de Cristo, que se traduce en unión fraterna y, por lo tanto, también en el poner en común los bienes y en el recoger la colecta a favor de la Iglesia madre de Jerusalén”.
El Santo Padre explicó que “la koinonia, o comunión, se convirtió en la nueva modalidad de relación entre los discípulos del Señor. Una modalidad cristiana. Hasta tal punto que los paganos miraban a los cristianos y decían: ‘Mirad cómo se aman’. El amor era la modalidad, pero no un amor de palabra, un amor falso. No. Amor de obras, de ayudarse unos a los otros. Amor concreto. La concreción del amor. El vínculo con Cristo instaura un vínculo entre hermanos que avanzan juntos y se expresa también en la comunión de bienes materiales”.
Francisco invitó a “no olvidarse de los pobres. Recordar a los pobres. No sólo los pobres materiales, sino también los pobres espirituales. La gente que tiene problemas tiene necesidad de nuestra cercanía. Un cristiano siempre parte de sí mismo, de su propio corazón y se acerca como Jesús se acercó a nosotros”.
“Ser miembros del cuerpo de Cristo”, subrayó, “hace a los creyentes corresponsables los unos de los otros. Esto es algo en lo que no siempre pensamos. Ser creyentes en Jesús nos hace a todos nosotros corresponsables unos de los otros. ‘Mira a aquel el problema que tiene’. ‘A mí no me importa, es cosa suya’. No, entre los cristianos no podemos decir eso”.
Por el contrario, “si una persona tiene un problema en su casa, está pasando una dificultad en su familia, debo rezar, debo preocuparme. No permanezco indiferente. Eso es ser cristiano. Por este motivo, los fuertes ayudan a los débiles y nadie experimenta la indigencia que humilla y desfigura la dignidad humana”.
“Siempre la Iglesia ha tenido este gesto de cristianos que se despojaban de las cosas que tenían de más, de las cosas que no eran necesarias, para dárselas a aquellos que tenían necesidad. Y no sólo dinero, sino también tiempo. Cuántos cristianos, vosotros, por ejemplo, aquí en Italia, cuántos cristianos hacen voluntariado. Esto es bellísimo. Es comunión: compartir mi tiempo con los demás para ayudar a aquellos que tienen necesidad: el voluntariado, las obras de caridad, las visitas a los enfermos… Siempre compartir con los demás, y no buscar únicamente el propio interés”.
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