El cardenal Dziwisz abre la JMJ: ‘La misericordia vence el egoismo y la violencia’

(ZENIT – Cracovia).- Ni la fuerte lluvia que cayó este martes en Cracovia, ni el temor de posibles atentados después de la tragedia del ataque y asesinato de un sacerdote en Francia, pudieron desanimar a los jóvenes reunidos en Polonia para la apertura de la 31° Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).

Eran unos 400 mil, todos llenos de alegría, provenían de 187 países y estaban reunidos en el parque Blonia, a pocos pasos del centro de la ciudad.

Allí, el cardenal Stanislaw Dziwisz, histórico secretario de san Juan Pablo II, celebró la misa de apertura del evento del cual el papa polaco fue el creador y del cual ahora es el patrono.

De pie, bajo los paraguas o sentados en el suelo en pequeñas alfombras de colores –que no faltan en cada bolsa del peregrino– los jóvenes cantaron y aplaudieron durante las presentaciones musicales que se realizaron por la tarde, rezaron a la llegada del palco de las reliquias de santa Faustina Kowalska y de Karol Wojtyla, y lloraron cuando el purpurado antes de iniciar la función dijo: “Recemos por todas las víctimas del terrorismo y en particular por el sacerdote que hoy en Francia ha sido asesinado durante la celebración eucarística”.

Asimismo, exclamó “¡Ha sonado la hora esperada desde hace tres años. Bienvenidos a Cracovia!”. Y recordó que san Juan Pablo II “en esta ciudad maduró su servicio a la Iglesia y desde aquí se encaminó por los senderos del mundo para anunciar el Evangelio de Jesús”.

Añadió que los jóvenes han venido para dar un testimonio del amor cristiano y de unidad. Que ellos traen “siglos y siglos de anuncio del Evangelio” y entre sus manos “la riqueza de las propias culturas, tradiciones e idiomas”.

Pero entre los presentes –observó– hay quien proviene “de países en los cuales la gente sufre por los conflictos y guerras, donde los niños mueren por hambre, en los cuales los cristianos son cruelmente perseguidos”. Zonas del mundo donde “se registra la violencia ciega del terrorismo, o los gobernantes se arrogan derechos sobre los hombres y las naciones dejándose guiar por ideologías absurdas”.

Así, el cardenal invitó a confiar estas experiencias negativas a Jesús, en una nación en la que “hace 1050 años llegó la luz de la fe”.

“Encontrándonos con Jesús, sintamos que todos juntos formamos una gran comunidad, o sea la Iglesia, que supera los confines trazados por los hombres o que dividen las personas”.

Exhortó también a escuchar la voz del papa Francisco, a participar con emoción en las liturgias y a sentir el amor misericordioso del Señor en el sacramento de la reconciliación.

Especialmente les pidió que “lleven a los otros la llama de la fe y enciendan con ella otras llamas, para que los corazones humanos latan al ritmo del corazón de Jesús, que es fuente de ardiente caridad”.

(De nuestro enviado a Cracovia)

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