Tijuana (Agencia Fides) - La Frontera Norte de México con los Estados Unidos conforma uno de los principales corredores migratorios del mundo, que está marcado cada vez más por políticas de seguridad y control de la movilidad, violaciones de derechos fundamentales, travesías que imponen riesgos a la vida, discriminación, xenofobia. Pero la migración en el continente también es otra cosa: hay una centroamericana de la que se habla menos. Esto es lo que se subraya en el libro “Movilidad en la frontera: Tijuana como espacio de (re)construcción de la vida” realizado por el Csem, el Centro scalabriniano de Estudios Migratorios.
El análisis realizado por los investigadores del CSEM parte de Tijuana, lugar fronterizo entre Estados Unidos y México donde las Hermanas Misioneras Scalabrinianas han creado un modelo de acogida en el Instituto Madre Assunta. Según la nota recibida en la Agencia Fides, el texto analiza la migración centroamericana desde una perspectiva regional más amplia, analizando las diferencias que han involucrado a los diferentes Estados.El Salvador, Honduras y Guatemala pueden considerarse como naciones que han emigrado principalmente a Estados Unidos. Belice, por su parte, tiene la doble característica de ser a la vez receptor de migrantes centroamericanos y emisor para Estados Unidos.
Nicaragua es la excepción regional, con altos índices de intensidad migratoria, histórica y contemporánea, hacia Costa Rica. Panamá tiene flujos proporcionalmente importantes de migrantes hacia Estados Unidos, relacionados con su condición histórica de semi-colonialidad y, en la actualidad, es un país marcadamente receptor.
Por otra parte, existen circuitos migratorios intrarregionales en Centroamérica, facilitados por el programa de libre circulación CA4, y por el usi del dólar en El Salvador y Panamá.
En este panorama llama la atención México ya que ahora se puede hablar, propiamente, de un circuito mesoamericano. Los datos del 2010 hablan de la presencia de 59,936 centroamericanos en el país. Son 12 millones los mexicanos residentes en Usa, con una curva que tuvo su pico más alto en 2007, alcanzando los 6.9 millones y a partir de ese año empezó a declinar hasta 5.4 millones en 2016.
Según el estudio que toca América, el contexto sociopolítico ha cambiado de 1970 a 2020. Si en los años setenta el tipo de migración era principalmente política (debido al exilio resultante de las dictaduras y regímenes coloniales en Belice y Panamá), se ha pasado a los trabajadores económicos de la década de 1990 y a los primeros refugiados ambientales y desplazados internos de la década del 2000. Sin embargo, desde 2010, América se ha caracterizado por refugiados, migraciones familiares, infantiles y juveniles y caravanas de migrantes.
La violencia asesina que caracteriza a algunos países es particularmente crítica: El Salvador tiene el índice más alto de homicidios (58 en promedio cada 100.000 habitantes entre 2016 y 2019), seguido por Honduras (45 cada 100.000), Belize (36,5 cada 100.000).
Además, la relevancia de las remesas para las economías de América Latina inciden mucho: en El Salvador cuentan un 21,4% del Pib, en Honduras el 20%, en Guatemala el 12%, en Nicaragua el 11,3%, en Belize el 5% y en México el 2,7%.
Uno de los temas más tratados ha sido el de la violencia institucional. Venezuela ha expulsado a 5 millones de personas en tan solo 5 años. En 2014, solo el 2,3 por ciento de la población venezolana vivía en el exterior y en 2019 la cifra ascendió hasta el 16%, la segunda en América Latina después de El Salvador, cuyo porcentaje es del 25%. México tiene el 10% de sus ciudadanos en el extranjero.
Pero en el sur del continente, se lee en el estudio, “la ineficiencia, la vulgaridad y la bajeza de muchas instituciones públicas y privadas, ejercen una violencia pasiva sobre la población”. Hoy, “la impunidad institucional, la violencia sistémica y la pobreza neoliberal han dado lugar a las principales causas de la migración”.
(SL) (Agencia Fides 24/02/2021)
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