¿Cuáles son los tres pasos para alcanzar la vida eterna? Papa Francisco muestra un itinerario

Por: P. Jorge Enrique Mújica, L.C.

(ZENIT News Agency / Ciudad del Vaticano, 03.08.2021).- En el contexto de la 32º edición del Festival de los Jóvenes en Medjugorje, evento que congrega a miles de jóvenes de todas partes del mundo, el Papa Francisco les envió un mensaje en el que reflexiona con ellos a partir de la pregunta del hombre rico a Jesús y que también era el tema del festival: “¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?”. A continuación los tres pasos que pone el Papa a los jóvenes:

Primero: aprender a hacer el bien al prójimo

“Si quieres entrar en la vida eterna, observa los mandamientos” (Mt 19, 17). Jesús lo regresa a la vida terrena y le indica la vía para heredar la vida eterna, es decir, el amor concreto por el prójimo. Pero el joven responde que esto siempre lo ha hecho y se acuerda que no basta seguir los preceptos para ser feliz. Entonces Jesús fija en él su mirada llena de amor. El de hecho reconoce el deseo de plenitud que el joven lleva en el corazón y su saludable inquietud que lo pone en búsqueda; por esto siente por él ternura y afecto”.

Segundo: pasar de la lógica del “mérito” a la del don

“Si quieres ser perfecto ve, vende todo lo que posees, dalo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo” (Mt 19, 21). Jesús cambia la perspectiva: lo invita a no pensar en asegurarse el más allá, sino a dar todo en la vida terrena, imitando así al Señor. Es la llama a una maduración ulterior, a pasar de los preceptos observados para obtener recompensa al amor gratuito y total. Jesús le pide dejar aquello que le apesadumbra el corazón y obstacula el amor. Aquello que Jesús propone no es tanto un hombre despojado de todo, sino un hombre libre y rico de relaciones. Si el corazón está lleno de bienes, el Señor y el prójimo se convierten solo en cosas entre las otras. Nuestro mucho tener es mucho querer que nos sofoca el corazón y nos hace infelices e incapaces de amar”.

Tercero: la imitación

“Ven y sígueme”. Seguir a Cristo no es una imitación exterior pues toca todo el hombre en su profunda interioridad. Ser discípulo de Jesús significa estar conforme a Él. En cambio, recibiremos una vida rica y feliz, llena de rostros de tantos hermanos y hermanas, padres y madres e hijos (Mt, 19, 29). Seguir a Cristo no es una pérdida, sino una incalculable ganancia, mientras la renuncia dice relación al obstáculo que impide el camino. Aquel joven rico, sin embargo, tiene el corazón dividido entre dos bandos: Dios y el dinero. El miedo de arriesgar y perder sus bienes lo hace regresar triste a casa. No había salido a poner la pregunta decisiva, no ha encontrado el coraje de acoger la respuesta, que es la propuesta de desligarse de sí mismo y de las riquezas para ligarse a Cristo, para caminar con Él y descubrir la verdadera felicidad”.

El Papa termina su mensaje invitando a los jóvenes a vivir su juventud confiándose en el Señor y poniéndose con él en camino.

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