Por: Enrique Villegas
(ZENIT News Agency / Ciudad de México, 09.08.2021).- Sucedió en un templo de una ciudad del centro de México, concretamente de Tehuacán, en Puebla. Un indigente entraba frecuentemente al templo de san Francisco de Asís pero no para visitar a Dios sino a la alcancía de Dios: había atado un imán a un alambre y de ese modo sustraía las monedas que ahí se encontraban.
Pero lo pillaron y entonces dieron aviso a la policía y al sacerdote responsable del templo. Llegó la policía y detuvieron al hombre de unos 50 años. Pero también llegó el sacerdote quien, al darse cuenta de las condiciones del bandido, intercedió por él ante los uniformados pues les dijo que la persona “robaba por hambre y necesidad”. La policía escuchó la súplica y el hombre fue dejado en libertad, bajo la condición de no volver a hacerlo.
A veces sólo se necesita eso: una segunda oportunidad.
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