Por: P. Jorge Enrique Mújica, L.C.
En ocasión de la edición número 71 de la Semana Litúrgica Nacional que se celebra 23 al 26 de agosto en la ciudad italiana de Cremona, el Papa envió un mensaje (a través del Secretario de Estado) a Mons. Claudio Maniago, presidente del Centro de Acción Litúrgica. Hemos extractado y traducido algunas partes para posibilitar el contacto con las tres hermosas reflexiones recogidas en el texto y que sirven como meditación pero también -especialmente la tercera- para ver el reto que supone la liturgia en esta etapa de la historia.
La misa semanal: identidad, afectación y creatividad
“El semanal reunirse en el “nombre del Señor”, que desde los orígenes fue advertido por los cristianos como una realidad irrenunciable e indisolublemente ligada a la propia identidad, ha sido duramente afectado durante la fase más aguda de propagación de la pandemia. Pero el amor al Señor y la creatividad pastoral han impulsado a pastores y fieles laicos a explorar otros caminos para alimentar la comunión de fe y amor con el Señor y con los hermanos, en la expectativa de poder volver a la plenitud de la celebración eucarística en tranquilidad y seguridad. Fue una espera dura y dolorosa, iluminada por el misterio de la Cruz del Señor y fructífera de muchas obras de cuidado, amor fraterno y servicio a las personas que más sufrieron las consecuencias de la emergencia sanitaria”.
Pandemia: de la triste experiencia de ayuno litúrgico a percibir la importancia de la divina liturgia
“La triste experiencia del «ayuno» litúrgico del año pasado, como resultado, puso de relieve la bondad del largo camino realizado desde el Concilio Vaticano II, en el camino trazado por la Constitución Sacrosanctum Concilium. El tiempo de privación permitió percibir «la importancia de la divina liturgia para la vida de los cristianos, que encuentran en ella esa mediación objetivo requerido por el hecho de que Jesucristo no es una idea o un sentimiento, sino una Persona viva, y su Misterio un hecho histórico. La oración de los cristianos pasa por mediaciones concretas: la Sagrada Escritura, los Sacramentos, los ritos litúrgicos, la comunidad. En la vida cristiana no ignoramos la esfera corporal y material, porque en Jesucristo se ha convertido en camino de salvación. Podríamos decir que también hay que rezar con el cuerpo: el cuerpo entra en oración».
El reto de la misa como culminación de todas las actividades
“La liturgia «suspendida» durante el largo período de encierro, y las dificultades de la reanudación posterior, confirmaron lo que ya se estaba viendo en las asambleas dominicales (…), un indicio alarmante de la fase avanzada del cambio de época. Observamos cómo en la vida real de las personas ha cambiado la percepción del tiempo mismo y, en consecuencia, del propio domingo, del espacio, con repercusiones en la forma de ser y sentir comunidad, personas, familia y la relación con un territorio. La asamblea dominical se encuentra así desequilibrada tanto por las presencias generacionales, por las homogeneidades culturales, como por el esfuerzo por encontrar una integración armónica en la vida parroquial, para ser verdaderamente la culminación de todas sus actividades y fuente de dinamismo misionero para llevar el Evangelio de la misericordia a la parroquia. periferias geográficas y existenciales”.
Traducción del texto original realizada por ZENIT Noticias.
Publicar un comentario