Cardenal Louis Raphael Sako (Patriarca católico de Iraq de los caldeos)
(ZENIT News Agency, 09.08.2021).- La Iglesia católica está en vísperas de un camino deseado por el Papa Francisco, destinado a redescubrir la sinodalidad y facilitar una maduración individual y comunitaria del Pueblo de Dios.
Por su naturaleza la Iglesia es sinodal. La Iglesia no es sólo un complejo de organismos dicasteriales, sino que es en primer lugar «el reino de Cristo ya presente en el misterio» (Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática Lumen gentium, n. 3), la presencia del Resucitado entre aqellos que creen en Él. Cristo es el fundamento de la Iglesia, es su cabeza, la sostiene incesantemente y por ella difunde la verdad y la gracia sobre todos. Su presencia está garantizada por el Espíritu Santo, derramado el día de Pentecostés sobre la Iglesia naciente, quien «le proporciona diversos dones jerárquicos y carismáticos, con los que la dirige» (Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática Lumen Gentium, n. 4). Juan el evangelista nos recuerda que «el Espíritu […] guiará a la verdad plena» (Jn 16,13). La Iglesia desarrolla relaciones, participación y comunión; educa en valores espirituales, encarnándose en las diferentes realidades humanas y locales con responsabilidad y firmeza, a pesar de las dificultades. La Iglesia no puede permanecer inmóvil y cristalizada; debe permanecer libre y moverse como el Espíritu que sopla «donde quiere» (Jn 3, 8), renovándose y caminando. Es conmovedor ver que los textos evangélicos nos muestran a Cristo y a los Apóstoles caminando. La Iglesia también camina y no se detiene. La invitación del Papa Francisco es una verdadera señal.
La experiencia de las Iglesias orientales
El Sínodo de las Iglesias Orientales es una estructura canónica permanente atestiguada desde los primeros siglos. El Código de Cánones de las Iglesias Orientales distingue entre el sínodo permanente de una Iglesia patriarcal y el sínodo general de sus obispos. La palabra «sínodo» expresa la colegialidad y unidad de la Iglesia.
El Sínodo permanente está compuesto por el Patriarca y cuatro Obispos designados por un período de cinco años (can. 115 § 1). El sínodo general de todos los obispos de la Iglesia patriarcal se convoca una vez al año o cuando se siente la necesidad.
Las Iglesias orientales realizan la labor del Sínodo en virtud de la jurisdicción-autoridad del Patriarca sobre su propia Iglesia sui iuris, de la que es Cabeza y Padre. El sínodo es también un signo de la responsabilidad compartida de los obispos con su Patriarca. El Sínodo profundiza y fortalece la centralidad de la Iglesia, solidifica los vínculos de las Eparquías individuales entre sí y con la Sede Patriarcal y la Sede de San Pedro, respetando la diversidad en la unidad.
El Sínodo se involucra en diversos frentes, promulgando disposiciones y tomando decisiones para la correcta administración de la Iglesia, identificando los candidatos adecuados para el episcopado, salvaguardando el patrimonio litúrgico de su propio rito, orientando los métodos pastorales y educativos dirigidos al bien de los fieles y en armonía con los cambios culturales y sociales. Es un compromiso de «renovación y reforma» colocado bajo la inspiración del Espíritu Santo.
La sinodalidad es también un rasgo distintivo del camino de toda la Iglesia universal. Con el sucesor de Pedro, la Iglesia actúa de forma colegiada, a pesar de la gran variedad que compone la Iglesia católica, precisamente para establecer y formar la comunidad cristiana con sabiduría y esmero, con especial atención a las generaciones futuras y para que cada fiel pueda vivir su propia fe “aquí y ahora”, difundiendo el amor y la esperanza por todas partes.
La unidad, sin embargo, no significa uniformidad. ¡Debe admitirse que el mundo y la sociedad están en constante cambio! La renovación es una necesidad que debe emprenderse para edificar a los cristianos a ser testigos de Cristo resucitado. La invitación del Papa Francisco es una oportunidad para preparar el camino de la Iglesia de manera analítica, partiendo de la unidad más pequeña (que involucra a cada parroquia, cada diócesis, cada conferencia episcopal) para llegar a la Iglesia universal.
El sínodo de 2023 podría ser una oportunidad para reflexionar de manera concreta sobre las orientaciones pastorales, los programas teológicos y los proyectos administrativos, a partir de las situaciones concretas en las que vive y trabaja la Iglesia.
El sínodo de los obispos en Roma cada tres años es una fuerte expresión de sinodalidad
Las Iglesias orientales pueden disfrutar de la espiritualidad que emana de la sinodalidad, así como de la metodología aplicada para la preparación de los temas, pero al mismo tiempo la Iglesia occidental puede aprovechar la experiencia de las antiguas Iglesias orientales.
Cómo hacer más visible la sinodalidad
Para apoyar el deseo del Santo Padre, se considera deseable que cada continente pueda tener una especie de sínodo permanente compuesto por un pequeño número de obispos de esa zona geográfica. La Curia romana es un apoyo valioso, pero la burocracia a veces es agotadora y lleva mucho tiempo.
También se considera útil otorgar mayor autoridad a las Conferencias Episcopales para que puedan enfrentar los exigentes desafíos que se presentan a diario, evidentemente para afrontar un sentido de responsabilidad colegiada. Todo esto sólo puede ser útil actuando en armonía con el Santo Padre y recordando constantemente el vínculo que nos une con el Sucesor de Pedro.
Traducción del original en árabe realizado por ZENIT.
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