Por: Rosalinda Palomeque
Su vida se ligó al éxito, la fama y la fortuna. Eran los rockstar del bienestar. Hoy son prófugos de la justicia, están encarcelados o después de su muerte su nombre se utiliza aún como marca para vender técnicas de meditación o cursos de yoga. Bikram Choudhury, Osho y Keith Raniere tienen en común que crearon imperios vendiendo cursos, membresías en sociedades piramidales o secretos para llegar a la plenitud espiritual. Su trabajo consistía en manipular multitudes y ellos ganaron miles de dólares. Esa forma de vida terminó cuando personas que acudieron a ellos en busca de guía, en lugar de encontrar confort vivieron experiencias oscuras a su lado y los denunciaron públicamente por abuso físico y emocional.
Le puso al yoga su nombre
Bikram Yoga, la práctica que hizo famoso a Bikram Choudhury, sigue vigente. En un estudio aclimatado a 42 grados centígrados –para emular el ambiente natural de algunas zonas de la India–, los alumnos practican dos tipos de respiración mientras realizan en secuencia 26 posturas de yoga en una clase de 90 minutos.
Bikram Choudhury insiste que él creó esta variación de la disciplina milenaria, pero sus detractores afirman que ese sistema está basado en la práctica de su maestro Bishnu Gosh (un viejo libro así lo constata), quien lo ayudó a sanar cuando por un accidente su rodilla quedó rota y los médicos le dijeron que tenían que amputarle la pierna, pero seis meses después de seguir este sistema sanó y decidió que iría por el mundo “arreglando rodillas y piernas”. Esa es su versión, todas sus historias, las que contaba a su círculo más cercano y repetía en entrevistas de televisión, ahora están en entredicho.
Afirma que uno de sus primeros alumnos fue Elvis Presley, que llegó a Estados Unidos en la década de los 70 porque Richard Nixon lo mandó llamar para que lo ayudara a atender la flebitis que padecía y que el ex presidente agradecido le otorgó la visa de residente, pero no hay documentación que compruebe el hecho. Según él, a esos alumnos estrella se unieron más tarde George Harrison, Barbara Streisand, Frank Sinatra, Quincy Jones, pero nada de esto está comprobado.
Lo que sí sucedió es que la utilidad del sistema que empleó para impartir sus clases de yoga empezó a transmitirse de boca en boca: fue en 1999 cuando empezó a realizar cursos para certificar a maestros que enseñaran Bikram Yoga en todo el país. El curso tenía un costo de 10.000 dólares por persona, se ofrecía en un hotel donde los estudiantes –se reunían hasta 500– se recluían durante nueve semanas, tiempo que dedicaban a estudiar y practicar. Las clases de Choudhury eran sesiones exhaustivas, los alumnos no tenían derecho ni de ir al baño, su objetivo era realizar una y otra vez las posturas hasta alcanzar la perfección.
El maestro los veía la mayor parte del tiempo sentado desde un estrado, auxiliado con un sistema de aire acondicionado personal, que le permitía mantenerse cómodo, desde lo alto observaba a grupos de hasta 500 personas que conformaban sus clases, y desde ahí elegía a algunas alumnas para que vieran películas de Bollywood con él o le dieran masajes que empezaban en los pies y terminaban en sus partes íntimas.
Una de esas pupilas, Sarah, fue la primera que alzó la voz para denunciar sus abusos físicos y emocionales, mientras que algunos de los que se dieron cuenta de sus movimientos callaron por temor a perder el privilegio de ser un maestro certificado de Bikram Yoga, lo cual te daba el pase a tener un estudio propio… y cobrar. Era un encantador de mentes, llevaba a todos hasta un punto límite y hacía sentir a la gente privilegiada si estaban cerca de él, según se cuenta en el documental “Bikram. Yogui, Gurú. Depredador” de la directora Eva Orner, que está disponible en Netflix.
A la denuncia de Sarah siguió la de Larissa, quien lo acusó de violación. En total sumó seis acusaciones. Quien los llevó a juicio fue su ex asesora legal, Minakshi Mikki Jafa-Bodden, quien lo acusó de acoso sexual y de despido por negarse a ayudarlo a encubrir una denuncia de violación. Ganó el juicio pero aún no recibe siete millones de dólares que el juez ordenó. Chorhaury pasó todas sus posesiones a nombre de su esposa, se divorció y huyó de la justicia de Estados Unidos. Primero intentó viajar por el mundo dando cursos. En 2018 ofreció uno en Acapulco y en 2019 otro en España.
Su vida ya no se parece a lo que él imaginó: en febrero de 2020 le confiscaron su pasaporte en México después de que no pudo pagar una cuenta de 180.000 dólares en el hotel Princess Mundo Imperial. Eso fue lo último que se supo del hombre que argumentaba: “Yo vendo la verdad” y que cuando se sintió atacado por un reportero de la cadena ABC le dijo: “Soy el hombre más espiritual que conocerás en tu vida. Pero hoy no eres lo suficientemente viejo, educado, inteligente, astuto, sabio y no tienes la experiencia suficiente para entender quién soy”. Ahora vive escondido, tratando de sobrevivir a la historia que él mismo inventó.
Maestro de la manipulación
Su imperio lo fincó en la India, donde era conocido como Bhagwan Shree Rajneesh. Miles lo empezaron a seguir por proponer una forma de vida alejada de los valores tradicionales conocidos por cualquier sociedad. Este profesor de filosofía y sánscrito se convirtió en gurú en 1969, cuando tenía 38 años, fundó cinco años más tarde un lujoso ashram (lugar de meditación), donde seducidos por ideas de paz y libertad llegaron miles de estadounidenses a integrarse a su movimiento comunitario.
Pero este guía espiritual tuvo que escapar de su país de origen obligado por sus fuertes enfrentamientos con el gobierno, que criticaba su forma radical de proceder. Él decía que actuaba en nombre de otros. En realidad lo que perseguía siempre era tener el poder. Considerado líder de una religión y gurú de la sexualidad, se bautizó a sí mismo como Osho en 1987, cuando tenía años de vivir en Estados Unidos, donde casi logra armar una revolución al formar una comuna en Oregón, donde manipuló a miles de personas que trabajaran supuestamente para lograr el bienestar común, mientras él coleccionaba autos Rolls Royce.
Meditación dinámica y sexo libre eran el eje de sus enseñanzas, pero su grupo se convirtió prácticamente en una secta conformada por individuos dispuestos a hacer todo por su líder, incluso propagar la bacteria de la salmonella para impedir unas elecciones, formar su propio ejército con la intención de formar su propia ciudad, una donde no valía la ley. Osho falleció en 1990, pero existe una fundación internacional que lleva su nombre, tiene sede en Suiza, administra la marca que incluye un resort de meditación en la India, así como el derecho de explotación de terapias y libros que propagan su filosofía. Su historia se puede ver en el documental “Wild wild country”, que está disponible en Netflix.
Negocio piramidal y secta sexual
Originario de Nueva York, fan de los modelos piramidales utilizados para hacer negocio, dueño de una personalidad a simple vista opaca, Keith Raniere logró instaurar en 1998 Nxivm, una empresa que vendía cursos de autoayuda. Con don de convencimiento y apoyado por su socia Nancy Salzman, logró atraer a actrices, hijas de famosos y de grandes empresarios a su sistema. Ellas le dieron grandes cantidades de dinero para solventar sus seminarios de desarrollo personal y profesional. Los llamaba Programas de Éxito Ejecutivo.
Vendía la idea de que buscaba empoderar a las personas y mejorar el mundo, pero lo que el FBI encontró después de varias denuncias de abuso sexual fue un esquema piramidal con el que se desvió dinero. Esa fue la base que le dio a Raniere una plataforma para crear un grupo de esclavas sexuales. Dentro de Nxivm él era el líder espiritual, se hacía llamar Vanguardia y para mantener esa imagen, renunció supuestamente a todos los bienes materiales (decía que su objetivo era transformarse en líder ético y consejero de dirigentes internacionales).
Para convencer, su arma secreta era escuchar, en ese escenario se transformaba en un hombre encantador que sabía entender a su interlocutor. La personalidad que él mismo creó, lo convirtió en un genio con un elevado coeficiente intelectual que siempre estaba gustoso de compartir su sabiduría, esas eran sus herramientas de persuasión.
Dentro de Nxivm se creó un grupo ultrasecreto que llamaron Dominus Obsequious Sororium. Lo conformaban sólo mujeres y funcionaba también como un sistema piramidal, según investigaciones del FBI él estaba en la cumbre y se encargaba de reclutar a seis mujeres como esclavas sexuales y cada una de ellas convencía a entrar al sistema a seis más. En esta labor fue ayudado por la actriz Allison Mack. Fue ella quien al confesar su complicidad abrió la puerta que lo llevó tras las rejas.
Raniere fue atrapado en una lujosa villa en Puerto Vallarta en 2018. Siguió un juicio en el que una decena de víctimas dieron testimonio de cómo las manipuló y abusó de ellas. Fue declarado culpable de asociación delictiva, conspiración, tráfico sexual y posesión de pornografía infantil. Actualmente cumple una condena de 120 años de prisión.
El coach de la autosanación
Se llama Ricardo Ponce, tiene 30 años y asegura que creó el programa de autosanación más exitoso de América Latina. Lo siguen miles a través de sus redes sociales: YouTube, Facebook, Instagram y TikTok. Su sistema, de acuerdo con su página web, consiste en crear conciencia colectiva para ayudar a las personas a romper patrones mentales y lograr así su liberación emocional.
Maire Wink, creadora de contenido en Youtube, fue invitada por el equipo de Ponce a asistir en febrero de este año a uno de los retiros espirituales que hace en Bacalar, Quintana Roo, a donde llegan sólo aquellos que pueden pagar cursos de 50.000 a 70.000 pesos mexicanos, con duración de un fin de semana. La joven realizó una denuncia legal a finales de mayo en contra del gurú mexicano por abuso en un momento en el que dijo ella se encontraba totalmente vulnerable.
A su historia se han unido decenas de mujeres no sólo del país, sino también de Colombia y España, que tuvieron una experiencia similar con el coach de vida, a quien acusan de manipular mujeres para abusar sexualmente de ellas. Ponce, que se mantuvo callado en un principio, después presumió que gracias a las denuncias llegaron a sus redes sociales nuevos suscriptores; sin embargo, deshabilitó en sus canales la opción que permite dejar un comentario. El proceso contra Ricardo Ponce sigue su curso.
Artículo originalmente publicado en El Sol de México
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