Por: P. Antonio Rivero, L.C.
Domingo XVII del Tiempo Ordinario
Ciclo B
Textos: 2 Re 4, 42-44; Ef 4, 1-6; Jn 6, 1-15
Idea principal: “Dadles vosotros de comer”.
Síntesis del mensaje: Durante cinco domingos seguidos leeremos el capítulo 6 de san Juan, donde se nos narra el discurso-catequesis de Jesús sobre el Pan de vida. Juan es el teólogo de la Eucaristía. Podríamos resumir así las ideas de estos domingos: milagro de los panes (domingo 17); diálogo sobre el maná del desierto (domingo 18); qué significa creer en Jesús (domingo 19); qué significa comer a Jesús (domingo 20) y finalmente las reacciones de los oyentes y discípulos ante el discurso del Pan de vida (domingo 21). La vida cristiana tiene su centro en la Eucaristía. Sin la Eucaristía no podemos vivir. La Eucaristía exige y nos compromete a compartir también nuestros diversos panes con los hermanos: “Dadles vosotros de comer”. Sí, dar nuestro pan a la gente (1ª lectura). Y darlo con humildad, amabilidad, comprensión (2ª lectura).
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, Jesús hoy nos da un ejemplo maravilloso para todos nosotros cristianos y no cristianos: ve la muchedumbre que le sigue, siente compasión por ella porque la ve hambrienta y soluciona esta necesidad básica –el hambre-, símbolo de otra necesidad profunda, la necesidad de Dios, de su Palabra y de su amor. Ahora bien, Cristo quiere también nuestra colaboración y por eso dice: “Dadles vosotros de comer”. Es un gran desafío que requiere fe, confianza y generosidad de nuestra parte para compartir lo mucho o lo poco que tengamos. Gracias a que todos colaboraron Dios obró el gran milagro de la multiplicación de los panes y peces. Así fue también en el caso de Eliseo en la primera lectura de hoy.
En segundo lugar, la Iglesia ha seguido el ejemplo de Jesús durante estos 21 siglos de historia, obedeciendo al imperativo “Dadles vosotros de comer”. La Iglesia ha repartido generosamente el pan de la compasión y de la ternura con los enfermos, ancianos, huérfanos. Ha sabido conjugar la evangelización con la beneficencia y el cuidado material de los más pobres, colaborando y completando lo que en principio pertenecería a los deberes de cada Estado. Testimonio de esta acción caritativa y de promoción humana y cristiana son las diversas órdenes y congregaciones religiosas: Las Misioneras de la Caridad de la beata Madre Teresa de Calcuta; las Hermanitas de los Ancianos desamparados de santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars; los Hermanos Hospitalarios de san Juan de Dios; los servidores de los enfermos de san Camilo de Lelis; las siervas de María ministras de los enfermos de santa Soledad Torres Acosta; los Oratorianos de san Felipe Neri…y una corona de cristianos comprometidos, misioneros, voluntarios, religiosos y religiosas que trabajan desinteresadamente en el campo sanitario y educativos y “comparten su pan” con los que no tienen. Esta colaboración es a veces económica y otras, la donación de sí mismos, de su tiempo, de su trabajo. Y lo hacen no sólo con los países del Tercer Mundo, sino más cerca, en su propio ambiente, en que los ancianos o los enfermos o los pobres necesitan el “pan” de nuestra acogida, ternura y cercanía.
Finalmente, ese “Dadles vosotros de comer” implica, pues, compartir el pan material. Pero sobre todo es un símbolo muy expresivo de otros “panes” de los que también tiene hambre la humanidad: la cultura, pues muchos están sin escuela; trabajo digno y estable; vivienda para los que están en la calle durmiendo debajo de los puentes o en cualquier plaza; posibilidades de vida especialmente para emigrantes que abandonan su país en búsqueda de un porvenir. Cristo no sólo da de comer o cura los enfermos y resucita muertos; también predica el Reino, perdona pecados, conduce a Dios. No quiere que se queden en el mero hecho del milagro material, sino que den el salto a la fe y al compromiso de la donación. Este discurso de san Juan capítulo 6 irá poco a poco llevando a los lectores a la comprensión más profunda del sacramento de la Eucaristía.
Para reflexionar: ¿Cuántos panes y peces tengo en mi morral? ¿Los comparto o me los como a solas en un rincón? ¿Qué pasaría si todos compartiéramos lo poco o lo mucho que tenemos? ¿Qué nos hubiera pasado si Cristo no comparte con nosotros su Eucaristía, su Santa Madre, su Palabra, su Cruz, sus sueños, sus alegrías y tristezas?
Para rezar: Señor, perdona mi egoísmo al no querer repartir mi pan con mis hermanos. Limpia mis ojos para ver las necesidades de mi prójimo. Ensancha mi corazón para que sienta compasión por él. Y sobre todo, dame manos que sepan compartir y repartir mi pan con los necesitados, consciente de que así sigo tu ejemplo y el de tantos santos.
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org
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