(RV).- “Los invito a recordar su bautismo y a ser luz de Cristo para los demás, siendo portadores de la vida nueva recibida en el bautismo, para que los que sufren y los descartados de la sociedad puedan percibir a través de nuestro testimonio de vida la claridad de la esperanza en Cristo”.
Fue la invitación del Papa Bergoglio al saludar a los peregrinos de nuestro idioma – que se dieron cita en el Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano – para participar en la primera Audiencia General del mes de agosto.
En su catequesis el Santo Padre reflexionó sobre el Bautismo como puerta de la esperanza. Y recordó que mediante este Sacramento se nos abre el camino del encuentro con Cristo, luz de nuestras vidas.
Hablando en italiano el Obispo de Roma recordó que en una época las iglesias estaban orientadas hacia el Este. Se entraba en el edificio sagrado por una puerta abierta hacia Occidente y caminando por la nave principal, uno se dirigía hacia el Oriente. Naturalmente Francisco explicó que se trataba de un símbolo importante para el hombre de la antigüedad, alegoría ésta que, a lo largo de la historia cayó en desuso.
Sin embargo el Pontífice aludió a la modernidad en que vivimos, menos habituados, quizás, a interpretar los grandes signos del cosmos, para destacar que el Occidente es el punto cardinal de la puesta del sol; mientras Oriente es, en cambio, el lugar donde las tinieblas son vencidas por la primera luz de la aurora, lo que nos trae a la memoria a Cristo, Sol que ha surgido desde lo alto en el horizonte del mundo, como escribe el evangelista Lucas.
Tras referirse a los antiguos ritos del Bautismo, el Papa dijo que en los tiempos modernos conservamos, naturalmente, la profesión de fe, hecha según la interrogación bautismal, que es propia de la celebración de algunos Sacramentos y cuyo significado permanece intacto.
Francisco también dijo que los cristianos no están exentos de tinieblas, externas e internas; no viven fuera del mundo, pero precisamente por la gracia de Cristo, recibida en el Bautismo, son hombres y mujeres “orientados”. Es decir, no creen en la oscuridad, sino en la claridad del día. De modo que no sucumben ante la noche, sino que esperan la aurora; no son vencidos por la muerte, sino que anhelan resurgir; y, sobre todo, no están abatidos por el mal, porque confían siempre en las infinitas posibilidades del bien.
“Si seremos fieles a nuestro Bautismo – terminó diciendo el Papa – difundiremos la luz de la esperanza de Dios y podremos transmitir a las generaciones futuras razones de vida”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
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