Pime
Milán (Agencia Fides) – El padre Pietro Gheddo, misionero del Pontificio Instituto Misiones Extranjeras, falleció ayer, 20 de diciembre, a la edad de 88 años. Misionero y periodista, era una de las personalidades más conocidas del mundo misionero italiano. Los funerales se celebrarán el 23 de diciembre en Milán a las diez de la mañana en la iglesia del Pime.
Fue ordenado sacerdote el 28 de junio de 1953 por el cardenal Ildefonso Schuster, futuro beato. Además de sus más de 60 años como misionero, el padre Gheddo ha escrito 80 libros, ha publicado miles de artículos en revistas y ha dirigido programas radiofónicos y televisivos, centrados en el tema de la misión ad gentes, un trabajo del que fue testigo gracias a sus 80 viajes por todo el mundo. Fue director de “Mondo e Missione” de 1959 a 1994 y director de la Oficina Histórica del Pime. El padre Gheddo colaboró además en la elaboración del decreto conciliar “Ad Gentes” y en los 90 en la encíclica “Redemptoris Missio”. El misionero fue también colaborador de la Agencia Fides: hoy lo recordamos volviendo a publicar esta entrevista que lanzó la Agencia Fides en 2003 con ocasión de su jubileo sacerdotal, poco después de la publicación de su libro “La missione continua. Cinquant'anni a servizio della Chiesa e del terzo mondo” (San Pablo 2003). Una entrevista que toca temas de actualidad.
Padre Gheddo ¿cómo valora este medio siglo de misión “ad gentes”?
Quería contar, documentando lo que digo con mi experiencia, cómo la misión ad gentes ha cambiado de 1953 a 2003, es decir, en mis 50 años de sacerdocio y periodismo misionero. La idea central que me guió fue esta: las generaciones jóvenes no saben casi nada del tiempo preconciliar y del Concilio Vaticano II (1962-1965), que he yo seguido de cerca, como un “experto” de la Comisión de Misiones (nominado por Juan XXIII en 1962) y como periodista de l'Osservatore Romano. Me pareció interesante comenzar describiendo cómo era la misión ad gentes en los años cincuenta, cómo ha cambiado y cómo es hoy. Destaqué el progreso y las dificultades del mundo misionero, y también los caminos para recuperar el impulso en la tarea de proclamar el Evangelio y de convertir a los hombres a Cristo, siempre según mi experiencia como uno que ha visitado y estudiado las jóvenes Iglesias.
Hoy hablamos de la misión más que ayer, pero las vocaciones misioneras y la ayuda están disminuyendo ¿Quizás porque los misioneros son vistos como aquellos que “cavan pozos, construyen escuelas y hospitales, ayudan a los pobres, a los huérfanos y a los prisioneros”, como lo hacen muchas otras organizaciones internacionales?
Me temo que hoy el misionero no suele mostrar a la opinión pública lo que realmente es: un enviado de la Iglesia para llevar a cabo el objetivo de misionar entre los pueblos, es decir, llegar a los no cristianos, para evangelizarlos y fundar la Iglesia “en aquellos pueblos donde no existe”. Es decir, proclamar a Jesucristo y bautizar a los que creen en Él, comenzando las primeras comunidades cristianas en todo el mundo (“Ad Gentes”, n. ° 6). Por lo tanto, si el misionero es visto como un trabajador social, -o con otro papel social o político que sea respetable-, y no como un evangelizador, entonces no podemos quejarnos de que las vocaciones y la ayuda a las misiones disminuyan.
¿Cree que la “missio ad gentes” volverá a ocupar un lugar importante?
Sin duda sí, porque todos los hombres necesitan el Evangelio y no debe olvidarse que aproximadamente la mitad de la humanidad, -más de tres mil millones de hombres-, nunca ha oído hablar de Jesucristo. Dedico una buena parte del libro a explicar cómo se lleva a cabo hoy la misión dirigida a los no cristianos. Hay muchas novedades de las que no nos damos cuenta nosotros, que vivimos en los países del arraigado cristianismo. Cada vez estoy más convencido de que son la misión ad gentes y las Iglesias jóvenes dirigidas hacia los no cristianos las que pueden renovar la “Nueva Evangelización” en nuestros países que cuentan con dos mil años de cristianismo. Y ya nos están renovando no solo en los métodos pastorales, sino en el entusiasmo de la fe que conduce a la misión.
Uno de los temas de su libro está relacionado con el mundo de las comunicaciones. ¿Qué tipo de ayuda pueden proporcionar estos medios a la misión?
No es suficiente trabajar al servicio del Evangelio, también debemos informar, comunicar, contar las maravillas que obra el Espíritu en cada parte del mundo. A menudo, visitando las misiones, más recientemente en Indonesia, digo, “aquí están experimentando los primeros días después del anuncio del Evangelio y el Espíritu Santo actúa hoy como en tiempos de los apóstoles”. El Espíritu no ha envejecido, nunca se ha marchado. Las Iglesias jóvenes son las que pueden darnos el entusiasmo de la fe, si tan solo conociésemos lo que sucede y si los misioneros vivieran su experiencia con el asombro rejuvenecedor que da fe. Estamos todos demasiado enfermos de pesimismo, de desaliento, creemos que el mundo y la Iglesia van de mal en peor. No es cierto, el mundo y la Iglesia son guiados por Dios, por el Espíritu Santo que camina hacia el Reino de Dios: la vida de las jóvenes Iglesias y de las misiones lo demuestran.
¿Cuál es el camino que debe seguir la misión en el Tercer Milenio para que se lleve a cabo “la primavera misionera” indicada por el Papa en la Redemptoris Missio?
La misión es una obra de fe. Sin fe en Cristo, el único Salvador del hombre, no se comprende. Estamos en un momento de declive en el espíritu misionero, precisamente porque la fe, al menos en nuestros países, se ha vuelto difusa, ya no tiene la fuerza del pasado. El “tiempo de las certezas” ha pasado y hoy la cultura moderna es la del “pensamiento débil”, la “filosofía de la duda sistemática”. En el libro insisto en esto, aportando ejemplos concretos y positivos, porque las teorías no son suficientes, la renovación cristiana de nuestro pueblo vendrá cuando la dirijamos hacia la fe y la misión, como dice el Papa: “¡La fe se fortalece al darla!” (Redemptoris Missio, No. 2).
El último capítulo de su libro está dedicado a “El futuro de la misión” ...
La misión de la Iglesia sigue siendo la misma, pero debe avanzar mucho para adaptarse a los tiempos, lugares y pueblos donde se lleva a cabo: una misión con diálogo, con una fuerte apertura a las culturas locales, comprometida con la promoción del hombre y de los pueblos, favoreciendo la atención a los últimos y a los derechos de los hombres y las mujeres. Pero siempre manteniendo firmemente el principio de que Cristo es el único Salvador del hombre. Además, debe decirse que la misión está todavía comenzando. Pensemos solamente en que en África, con más de mil idiomas hablados, el Evangelio solo se traduce a unos 300 de ellos. En Asia hay regiones inmensas en las que no hay nada cristiano, nada católico. Estoy convencido de que el tema misionero volverá a ser de gran relevancia para la Iglesia en estos tiempos de globalización. Hay valores “misioneros”, como saber mirar más allá de nuestras fronteras, como considerar a todos los pueblos como iguales y hermanos, como tener un corazón y una mentalidad tan grande como el mundo. Es lo que debe caracterizar, cada vez más, a los creyentes en Cristo.
(PA) (Agencia Fides 21/12/2017)
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