ZENIT
Alrededor de 600 personas de España, Honduras, Costa Rica, Ecuador, México, Perú, Uruguay, Brasil, Chile y Argentina, entre otros, han participado en el Curso “Repensando el mindfulness”, organizado por la Universidad Católica de Ávila, a través del Centro de Estudios Innovación y Formación del Profesorado. Durante los días 27, 28 y 29 de abril, los asistentes han podido acercarse de modo riguroso y crítico a esta disciplina de moda y en creciente auge. Desde una perspectiva multidisciplinar y de la mano de José Manuel Domínguez, filósofo personalista, psicólogo y gran comunicador, director del Instituto da Familia de Orense, ha aclarado qué es realmente el mindfulness, qué aporta, por qué se ha potenciado y divulgado tanto, y, además, si es útil siempre, para todo y con todos, tal como anuncia.
El curso “Repensar el mindfulness”, ofertado por el Centro de Innovación y formación del profesorado y coordinado por la profesora Sara Gallardo González, se ha celebrado los días 25, 26 y 27 de abril en la Universidad Católica de Ávila. El ponente, José Manuel Domínguez, Dr. en filosofía, lic. en Psicología, experto en coaching, acompañamiento familiar y director del Instituto da Familia de Orense, además de colaborador de la UCAV, ha mostrado en tres sesiones intensas y muy amenas a los participantes la técnica en sí, pero también sus raíces, efectos y consecuencias.
El objetivo del curso era conocer lo que se ha convertido en una práctica de moda en numerosos centros educativos, empresas u hospitales. ¿Por qué se aprecia tanto? ¿En qué consiste? ¿Qué estudios existen al respecto? ¿Qué se puede y qué no se puede esperar de él? La temática, que ha suscitado mucho interés, ha reunido a casi 600 personas inscritas, que lo han seguido online desde distintos puntos de España y Latinoamérica.
En la primera sesión ha dado a conocer los principios básicos que se proponen en el mindfulness. El aspecto principal gira en torno a la necesidad y el modo práctico de alcanzar la conciencia, el darse cuenta, el vivir de una manera consciente. Para ello existen una serie de recursos psicológicos que favorecen que la persona reduzca la tensión y el estrés y se serene y calme. Es cierto que tales recursos no los aporta el mindfulness, sino que los toma prestados de otros, como del budismo zen, escuelas psicológicas y de filosofía, e incluso los padres del desierto de los primeros tiempos del cristianismo, san Ignacio de Loyola o la tradición de la Iglesia oriental se hacen eco de las técnicas de respiración para orar.
El mindfulness presenta todo esto, no por medio de estudios rigurosos de nivel científico, sino que se trata de publicaciones de carácter meramente divulgativo para que lo entienda todo el mundo. Su éxito, explicó José Manuel Domínguez, procede del hecho de que nuestra vida actual genera altos niveles de estrés en todas las edades, y esta técnica se presenta como una fácil solución al alcance de cualquiera para manejar o reducir el estrés, debido a la sencillez con que se presenta, además de la buena campaña de marketing que lo rodea.
En las siguientes sesiones, se evaluó si tales promesas realmente se cumplen: sin negar que ciertas cosas nos ayudan a relajarnos y a tomar una actitud más distendida ante la actividad diaria o la propia vida, como también sucede con el deporte, los paseos por la naturaleza, la música clásica o reírnos por un chiste, existen riesgos ligados al modo en que las personas entienden y practican mindfulness que no debemos ignorar al adoptar una actitud ingenuamente buenista hacia el conjunto de la propuesta del mindfulness. Su trasfondo teórico, entre otras cosas, niega la diferencia entre el bien y el mal (y la posibilidad de tener exigencias morales de elegir lo uno y rechazar lo otro), rechaza la posibilidad de conocer la realidad, y parte de una idea del hombre carente de proyección hacia el futuro y que se perfecciona a través de sus acciones libres (todo ello tomado del budismo zen).
En su análisis epistemológico del mindfulness, José Manuel Domínguez ha identificado los principales conceptos que maneja la propuesta del mindfulness: interioridad, sufrimiento, conciencia, mente, conocimiento, pensamiento, afectividad, etc., señalando que ninguno de estos conceptos son definidos en el mindfulness, y que se los identifica con varias cosas al mismo tiempo o se los utiliza con ambigüedad: al hablar de que los pensamientos nos hacen daño y debemos evitar pensar, por ejemplo, se está aludiendo propiamente sólo a lo que la psicología llama “distorsiones cognitivas”, ciertamente nocivas. Sin embargo, el mindfulness propone un rechazo indiscriminado o contradictorio de formas de pensar y de actividad interior que no ofrecen ningún problema a la persona y pueden de hecho ayudarla.
Por otro lado, es cierto que parte de una noción de felicidad humana marcadamente oriental, que supone excluir todo malestar y sufrimiento, en vez de integrar el sufrimiento para tener una vida fecunda. Además, cabe el riesgo de una grave confusión entre interioridad y psiquismo (que a lo sumo es su antesala), y de aislar al individuo en vez de ayudarle al encuentro consigo mismo, con los otros y con Dios.
El ponente se detuvo a explicar el modo humano de conocer y cómo el mindfulness cae en algunas contradicciones en sus principios al proponer el cultivo de la mente (otro concepto vago), afirmando al mismo tiempo que no tenemos nada que hacer porque la realidad ya está completa y bien; o que lo real es puro flujo que se capta en la atención plena, cuando la reflexión justamente lo que nos permite descubrir es más bien que hay cosas estables y permanentes en el mundo real.
En el siguiente paso, se analizó el origen de los “ingredientes” del mindfulness, que en su totalidad proceden de otras corrientes y propuestas muy anteriores a él, como técnicas psicológicas del focusing, la psicoterapia Gestalt, el cognitivismo, el conductismo o la fenomenología de E. Husserl, además de elementos de una forma (entre miles) de budismo, llegando a la sorprendente conclusión de que la originalidad de esta “moda” es 0 %. Aunque otras corrientes también sean eclécticas, el mindfulness no tiene el cuidado de citar ni de indicar las fuentes en que se inspira en su totalidad. El ponente remitió a la tercera y última sesión al hilo de algunas preguntas que hicieron los participantes acerca de por qué, pues, algo que ya existe en otras propuestas se promociona de forma tan llamativa, qué compatibilidad puede encontrar con el cristianismo, y si puede haber usos que se conviertan en malos usos o incluso abusos.
En la tercera sesión J. M. Domínguez presentó la cosmovisión del mindfulness y evaluó su compatibilidad con la del cristianismo, además de presentar formas de uso, malos usos y abusos del mindfulness. Algunos datos resultaron interesantes para repensar las causas de su auge: un estudio de metaanálisis de investigaciones sobre los efectos de la práctica del mindfulness realizado en la John Hopkings University de los EE.UU. reveló que de los 18.000 estudios publicados encontrados que se analizaron, sólo 47 eran metodológicamente solventes. Por otra parte, hay un mercado muy solvente y en crecimiento creado en torno a la oferta y demanda de cursos de mindfulness para todos los gustos, que mueve millones de dólares. Es negocio porque es moda, pero pasará. A ello se suma algo también significativo: que ni se define la antropología que lo sustenta y silencia sus raíces religiosas que provienen de la New Age, fuertemente inspirada en algunos elementos del budismo y que confunde la dimensión espiritual y el psiquismo de las personas.
Hacer del cambio de las personas algo automático a través de una técnica, en el fondo, ve al hombre como engranaje de un mecanismo, más que como una persona. Comparó desde ese punto la visión del hombre y de la vida del cristianismo y del mindfulness: la categoría de persona y encuentro frente a la de centramiento en sí; paz como fruto del encuentro con Dios y la vida buena, frente a la calma o tranquilidad psicológica; interioridad humana habitada por Dios frente a ensimismamiento en el yo aislado y vacío; vía positiva de valoración y relación con la realidad creada por Dios frente a la vía negativa de huida de lo real como doloroso; mundo que puede perfeccionarse, frente a un mundo estático y cerrado; oración cristiana frente a meditación; diálogo frente a monólogo; salvación por Cristo, frente a la autoayuda y autosalvación. Señaló además algo muy importante: los sentimientos negativos son una invitación a un cambio en la vida para mejorarla. Rechazarlos sería tanto como condenarse a vivir estancados. Una frase que quizá podría resumir la última sesión sería: “el mindfulness es la aspirina de la psicología”.
Remitió a varias publicaciones y textos de referencia para quien quiera saber más sobre la compatibilidad entre mindfulness y oración cristiana, entre otros uno de la Congregación para Doctrina de la fe, “Orationis formas. Sobre algunos aspectos de la meditación cristiana”, firmado por el Card. Ratzinger el 15 de octubre de 1989 (enlace). Y otro de la comisión para la doctrina de la fe de la Conferencia Episcopal Española, “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” de 2019 (enlace).
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