Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) –En la audiencia del 8 de febrero con el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede para la presentación de los buenos deseos para el nuevo año, el Santo Padre Francisco se ha detenido a hablar sobre las consecuencias sanitarias, económicas y sociales de la pandemia Covid-19 y de algunas crisis provocadas o resaltadas por la pandemia, sin dejar de mirar “a las oportunidades que de ellas se derivan para construir un mundo más humano, justo, solidario y pacífico”.
“No hay duda de que todos aspiramos a reanudar los contactos presenciales tan pronto como sea posible, y nuestro encuentro de hoy quiere ser una señal esperanzadora en ese sentido” ha subrayado el Papa al inicio del discurso, expresando su deseo de reanudar en breve los viajes apostólicos, comenzando por el de Irak, ya que los viajes constituyen “un aspecto importante de la solicitud del Sucesor de Pedro por el Pueblo de Dios extendido por todo el mundo, así como del diálogo de la Santa Sede con los Estados”. De igual importancia son los acuerdos internacionales “que permiten profundizar los lazos de confianza mutua y posibilitan a la Iglesia cooperar más eficazmente al bienestar espiritual y social de sus países” ha dicho el Pontífice citando el Acuerdo Marco entre la Santa Sede y la República Democrática del Congo, el Acuerdo sobre el estatuto jurídico de la Iglesia Católica en Burkina Faso, así como la firma del Séptimo Acuerdo Adicional entre la Santa Sede y la República de Austria. “Además, el pasado 22 de octubre, la Santa Sede y la República Popular China acordaron prorrogar por otros dos años la validez del Acuerdo Provisional sobre el Nombramiento de Obispos en China, firmado en Pekín en 2018. Se trata de un entendimiento de carácter esencialmente pastoral y la Santa Sede espera que el camino emprendido continúe, en un espíritu de respeto y de confianza recíproca, contribuyendo aún más a la resolución de cuestiones de interés común”.
“La pandemia – ha continuado Francisco – nos ha puesto con gran fuerza frente a dos dimensiones ineludibles de la existencia humana: la enfermedad y la muerte. Precisamente por esta razón, nos recuerda el valor de la vida, de cada vida humana y de su dignidad, en todo momento de su itinerario terrenal… La pandemia nos recuerda también el derecho al cuidado, que es prerrogativa de todo ser humano”. Desde esta perspectiva, el Papa ha renovado su llamado “para que se le ofrezca a cada persona humana el cuidado y la asistencia que necesita” y ha exhortado a todos los Estados a que “contribuyan activamente a las iniciativas internacionales destinadas a asegurar la distribución equitativa de las vacunas, no según criterios puramente económicos, sino teniendo en cuenta las necesidades de todos, en particular las de las poblaciones menos favorecidas”.
Además del ser humano también nuestro planeta tierra está enfermo, frágil y necesitado de cuidados, ha dicho el Pontífice, esperando en la colaboración internacional en el cuidado de nuestra casa común y para afrontar las consecuencias del cambio climático. “Este es el momento de actuar, pues estamos ya advirtiendo los efectos de una prolongada inacción” ha reiterado, recordando las repercusiones en las numerosas islas pequeñas del Océano Pacífico que corren el riesgo de desaparecer gradualmente; las inundaciones del sudeste asiático, especialmente en Vietnam y Filipinas; los incendios devastadores en Australia y California; la inseguridad alimentaria que en África, durante el último año ha afectado particularmente a Burkina Faso, Malí y Níger; en Sudán del Sur, además “existe el riesgo de carestía y donde, además, persiste una grave emergencia humanitaria”.
Las medidas restrictivas de la libertad de circulación promulgadas por los gobiernos para contener la pandemia han provocado una crisis económica que ha golpeado duramente el empleo y el trabajo informal de los más débiles, con consecuencias en la vida de familias y sociedades enteras. “Pienso particularmente en Sudán, donde se han refugiado miles de personas que huyen de la región de Tigray, como también en otros países del África Subsahariana, o en la región de Cabo Delgado en Mozambique… Mi pensamiento se dirige también a Yemen y a la amada Siria, donde, además de otras graves emergencias, la inseguridad alimentaria aflige a gran parte de la población y los niños están extenuados a causa de la malnutrición”.
El año pasado también se registró un nuevo aumento de migrantes, que, debido al cierre de las fronteras, tuvieron que recurrir a rutas cada vez más peligrosas. “La magnitud de la crisis hace cada vez más urgente erradicar las causas que obligan a emigrar, como también exige un esfuerzo común para apoyar a los países de primera acogida, que se hacen cargo de la obligación moral de salvar vidas humanas” ha exhortado el Pontífice.
Una crisis mucho más profunda, que de algún modo está en la raíz de las otras, es la crisis de la política, con el crecimiento de las contraposiciones y la dificultad de encontrar soluciones comunes y compartidas a los problemas que aquejan al planeta. “Mantener vivas las realidades democráticas es un desafío de este momento histórico, que afecta profundamente a todos los Estados, sean pequeños o grandes, económicamente avanzados o en vías de desarrollo – ha subrayado el Papa -. En estos días, mi pensamiento se dirige de modo particular al pueblo de Birmania, al cual manifiesto mi afecto y cercanía. El camino hacia la democracia emprendido en los últimos años se vio bruscamente interrumpido por el golpe de estado de la semana pasada”. Entre los signos alentadores de los últimos meses, el Papa ha citado la entrada en vigor del Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares, y la prórroga por otros cinco años del Nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (el llamado Nuevo START) entre la Federación Rusa y los Estados Unidos de América.
“¡Cómo quisiera que el 2021 fuera el año en que se escribiese finalmente la palabra fin al conflicto sirio, que ya hace diez años que comenzó!” ha exclamado el Pontífice, esperando un renovado interés también de la comunidad internacional a “afrontar con sinceridad y valentía las causas del conflicto y buscar soluciones por medio de las cuales todos, independientemente de la pertenencia étnica y religiosa, puedan contribuir como ciudadanos al futuro del país”. “Mi deseo de paz se dirige obviamente a Tierra Santa – ha proseguido -. La confianza recíproca entre israelíes y palestinos debe ser la base para un renovado y decisivo diálogo directo entre las partes que resuelva un conflicto que perdura desde hace demasiado tiempo… Del mismo modo, espero un renovado compromiso político nacional e internacional para favorecer la estabilidad del Líbano, que está atravesado por una crisis interna y corre el riesgo de perder su identidad y de encontrarse aún más comprometido por las tensiones regionales… Deseo también paz para Libia, devastada desde hace mucho tiempo por un conflicto”.
“También causan preocupación otras áreas del mundo – ha proseguido -. e refiero en primer lugar a las tensiones políticas y sociales en la República Centroafricana; además de las que afectan en general a América Latina, que tienen raíces profundas en la desigualdad, las injusticias y la pobreza, que ofenden la dignidad de las personas. Del mismo modo, sigo con particular atención el deterioro de las relaciones en la Península coreana, que terminó con la destrucción de la oficina de enlace intercoreana en Kaesong; así como la situación en el Cáucaso meridional, donde permanecen enquistados diversos conflictos, algunos de los cuales se han reanudado en el curso del año pasado, que amenazan la estabilidad y la seguridad de toda la región”.
Finalmente, el Papa Francisco ha citado “otra grave plaga de nuestro tiempo: el terrorismo, que cada año se cobra numerosas víctimas en todo el mundo entre la población civil indefensa”, y que afecta sobre todo al África Subsahariana, pero también en Asia y Europa.
En la conclusión de su discurso, el papa Francisco ha hablado de una última crisis, “una última crisis que, entre todas, es tal vez la más grave: la crisis de las relaciones humanas, expresión de una crisis antropológica general, que concierne a la misma concepción de la persona humana y su dignidad trascendente” y ha exhortado: “El 2021 es un tiempo que debemos aprovechar. Y no será desaprovechado en la medida en que sepamos colaborar con generosidad y esfuerzo. En este sentido considero que la fraternidad es el verdadero remedio a la pandemia y a muchos males que nos han golpeado. Fraternidad y esperanza son como medicinas que hoy el mundo necesita, junto con las vacunas”.
(SL) (Agenzia Fides 09/02/2021)
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