(ZENIT – Ciudad del Vaticano – 28 Mar. 2017).- Echarle la culpa al otro y vivir amargado porque uno se ha olvidado de la alegría del primer encuentro. Este fue el centro de la homilía del papa Francisco en la misa de este martes en la residencia Santa Marta en el Vaticano.
El Santo Padre parte del Evangelio del día, que narra la curación del paralítico por Jesús. Un hombre enfermo desde hacía 38 años en el borde de una pileta en Jerusalén, llamada en hebreo Betzatá y donde se decía que un ángel agitaba las aguas y los primeros que se sumergían en ellas quedaban curados.
Jesús le pregunta ¿Quieres curarte? Una palabra ante la cual los enfermos, ciegos, cojos, paralíticos habrían dicho: sí, Señor, sí.
“Pero este es un hombre extraño que le responde a Jesús: ‘Señor no tengo a nadie que me sumerja en la pileta cuando el agua se agita y mientras estoy por ir otro baja antes que yo. Una respuesta que contiene una queja.
Un hombre, observa el Papa, que es como un árbol plantado a lo largo de los cursos de agua del que habla el primer salmo: “pero tenía las raíces secas” y “a esas raíces no llegaba el agua”. O sea, una actitud de lamentarse, de hecharle la culpa a los otros. “Este es un pecado feo, el de la amargura”.
Este hombre, explica el Papa, está enfermo no tanto por la parálisis pero porque está amargado, que es peor que tener el corazón tibio. Está vivo porque vive, pero no tiene la alegría de ir hacia adelante, no tener ganas de hacer nada en la vida, haber perdido la memoria de la alegría”. Se ve el “resentimiento y la amargura en el corazón”.
Pero Jesús no lo reprende, sino que le dice: “Levántate, toma tu camilla y camina”. El paralítico se cura, pero los doctores de la Ley le dicen que no es lícito cargar la camilla porque era sábado y le preguntan quién lo ha curado en este día: ‘Va contra el código, ese hombre no es de Dios’.
El Papa señala que el paralítico ni siquiera le dio las gracias a Jesús, ni siquiera le preguntó el nombre. La amargura, explica el Papa, es un pecado que paraliza, nos vuelve paralíticos. No nos deja caminar.
Hoy el Señor nos dice a cada uno: “Levántate, toma tu vida como viene, sea linda, fea o como sea, tomarla e ve hacia adelante. No tengas miedo, ve hacia adelante con tu camilla”. – Pero Señor, no es el último modelo…’ ¡Pero ve adelante!, con aquella camilla quizás fea, pero anda.
“¿Quieres curarte?, es la primera pregunta que hoy el Señor nos hace? ‘¡Sí Señor!’. ‘¡Levántate!’ Y si nosotros le decimos al Señor, ‘sí’, quiero sanarme. Sí Señor quiero levantarme, sabremos lo que es la alegría de la salvación”.
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