REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
Vos y yo iniciamos formalmente la cuaresma el miércoles 1 de marzo cuando el cura puso la ceniza sobre nuestra frente. Y desde entonces tratamos de cumplir con el ayuno y no descuidar la oración y la limosna.
Pero con la ceniza del miércoles de ceniza el sacerdote nos trazó una cruz en la frente. Es la cruz de Jesús y es también la cruz que cargan y en la que mueren hoy en el 2017 muchos cristianos perseguidos, sin más liturgia que la tortura, los abusos, el estupro, el robo de sus partencias, la pérdida de su casa y tierra, y también la muerte física. Porque algunos caminan todavía, pero están por dentro como muertos, destrozados, porque los han separado de la familia.
Hay una cuaresma que prepara para vivir la pasión muerte y resurrección de Jesús, pero hay cristianos, en países donde son minorías, a los que no les dieron tiempo a prepararse a morir.
Aunque no los conozcamos ni veamos, ni podamos imaginar lo que padecen por creer en Jesús, pensemos en esta realidad que parece anacrónica, pero que desde que Jesús resucitó de entre los muertos, sucede siempre con mayor o menor intensidad. El Papa Francisco pidió que todo el mes rezáramos “por los cristianos perseguidos, para que experimenten el apoyo de toda la Iglesia, por medio de la oración y de la ayuda material”. Sigámoslo haciendo.
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