REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guiillermo Ortiz
Es bueno para vos y para mí que Abrahán haya tenido que llegar a viejo para recién ver cumplida la promesa de Dios. Es bueno que Abrahán sea imagen del que apoyado en la esperanza, creyera contra toda esperanza. Porque este “esperar contra toda esperanza” en los orígenes de la fe cristiana, anclados en lo que hasta podemos llamar impotencia y esterilidad, después que nace Isaac y después de los miles de años que transcurrieron en el Pueblo de Dios, hasta que ese crucificado singular que llevaron al sepulcro nuevo resucitara, venciera la muerte y el mal. Es bueno para que nos animemos con confianza a pedir la gracia de saber que la esperanza es tiempo y a veces mucho tiempo. Y que aunque parezca imposible, porque por las cosas tan graves que pasan, la gente se deprime, renuncia a sus sueños y hasta se mata, siempre está la posibilidad de esperar contra toda esperanza.
El Papa dijo en la catequesis del 29 de marzo de 2017: “… hoy el Apóstol (Pablo) nos hace comprender que Abraham es para nosotros padre de la esperanza; no sólo padre en la fe, sino padre en la esperanza. Y esto porque en su historia podemos ya percibir un anuncio de la Resurrección, de la vida nueva que vence el mal y la misma muerte.
En el texto se dice que Abraham creyó en Dios «que da vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no existen» (Rom. 4,17); y luego se precisa: «Su fe no flaqueó, al considerar que su cuerpo estaba como muerto y que también lo estaba el seno de Sara» (Rom. 4,19). Así, esta es la experiencia a la cual estamos llamados a vivir también nosotros”. @jesuita Guillo
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