(zenit – 25 sept. 2020).- “Identificar con urgencia las nuevas formas de pobreza” y “vivir la misericordia con “imaginación” son los mandatos que el Papa Francisco ha encomendado a los miembros del Círculo de San Pedro.
El Santo Padre ha recibido esta mañana, 25 de septiembre de 2020, en audiencia a las personas que entregan esta institución caritativa ligada a la figura del Papa.
“Os doy las gracias porque sois una expresión concreta de la caridad del Papa que se preocupa por la pobreza de Roma. De los pobres y de las pobrezas”, les ha dicho Francisco.
Al mismo tiempo, les ha agradecido por el Óbolo de San Pedro que los miembros del Círculo recogen todos los años en las iglesias de la ciudad de Roma y que hoy han ofrecido al Santo Padre, para destinar a las obras de caridad escogidas por él.
Fidelidad incondicional a la Iglesia y al Romano Pontífice son el signo distintivo de la antigua Asociación que resume su carisma en el lema “Oración – Acción – Sacrificio”. Dado que el año pasado, en audiencia con ellos, el Papa Francisco les habló de la oración, hoy se ha centrado en la segunda premisa del Círculo: la acción.
Mirar las heridas humanas
En el contexto de la pandemia, el Pontífice les ha llamado a identificar con urgencia “en la ciudad que se está transformando rápidamente, las nuevas formas de pobreza”, argumentando que “está en nosotros verlas con los ojos del corazón”. Para el Santo Padre, “hay que saber mirar las heridas humanas con el corazón para ‘preocuparse de todo corazón’ por la vida del otro”.
Y después de ver las heridas de la ciudad, el Papa les invita a vivir la misericordia con “imaginación”. Así, les ha felicitado por el trabajo realizado en esta época de pandemia, que “es mucho” y ha recordado un “pequeño gran gesto” que el grupo de jóvenes del Círculo tuvo con los miembros mayores: una ronda de llamadas telefónicas para ver si todo iba bien y hacerles compañía. “Esta es la imaginación de la misericordia”, les ha dicho.
¿Qué es el Círculo de San Pedro?
El Círculo de San Pedro forma parte de la historia de Roma, ha atravesado dos guerras mundiales, calamidades, pobrezas siempre nuevas, intentando en cada momento dar consuelo y ayuda a los más pobres.
Fundado en Roma en 1869, por iniciativa de un grupo de jóvenes dirigidos por el cardenal Iacobini, el Círculo fue fruto del entusiasmo de los jóvenes de la alta burguesía y de las familias nobles romanas, que querían demostrar al mundo la fidelidad al Pontífice y defenderlo de los ataques anticlericales en aquel difícil momento de la historia del Papado, informa Catholic.net.
Su actividad, organizada en varias Comisiones, se dirige a todos los sectores de la pobreza humana, intentando responder al reclamo de los necesitados.
Publicamos a continuación el discurso que el Papa ha dirigido a los presentes durante el encuentro, difundido por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:
***
Discurso del Santo Padre
Queridos miembros del Círculo de San Pietro, ¡bienvenidos!
Agradezco al nuevo presidente de la Asociación, el marqués Niccolò Sacchetti, las amables palabras que me ha dirigido, y le deseo todo lo mejor para esta nueva tarea.
Vuestro lema es: «Oración – Acción – Sacrificio». Estas palabras representan los tres principios cardinales en los que se basa la vida de la Asociación. En nuestro encuentro del año pasado centré mi reflexión en el primero: la oración (cf. Discurso a los miembros del Círculo de San Pietro, 19 de febrero de 2019). Este año, en cambio, me gustaría centrarme en la acción.
La pandemia, con la necesidad de un distanciamiento interpersonal, os ha llamado a repensar las modalidades concretas de las obras de caridad que habitualmente realizáis en favor de los pobres de Roma. A las necesidades de las personas a las que servís habitualmente se ha añadido la necesidad de responder a las necesidades urgentes de tantas familias, que se han encontrado de la noche a la mañana en apuros económicos. Y no hay que asustarse: habrá cada vez más porque las repercusiones de la pandemia serán terribles.
A una situación excepcional no se puede dar una respuesta habitual, sino que se requiere una respuesta nueva y diferente. Para ello es necesario tener un corazón que sepa «ver» las heridas de la sociedad y manos creativas en la caridad activa. Un corazón que vea y unas manos que hagan. Estos dos elementos son importantes para que una acción caritativa siempre sea fecunda.
En primer lugar, es urgente identificar, en la ciudad que se está transformando rápidamente, las nuevas formas de pobreza. La pobreza, habitualmente, es pudorosa, tiene pudor: hace falta ir a descubrir donde está…Las nuevas formas de pobreza, vosotros bien lo sabéis, son tantas: pobreza material, pobreza humana, pobreza social. Está en nosotros verlas con los ojos del corazón. Hay que saber mirar las heridas humanas con el corazón para «preocuparse de todo corazón» por la vida del otro. As,í ya no es sólo un extraño necesitado de ayuda, sino, antes que nada, un hermano, un hermano que pide amor. Y sólo cuando nos preocupamos de todo corazón por alguien podemos responder a esta expectativa. Es la experiencia de la misericordia: miseri-cor-dare, misericordia, dar misericordia a los míseros, dar el corazón a los míseros.
Nuestro mundo, como observó San Juan Pablo II hace cuarenta años, «parece no dejar espacio a la misericordia» (Enc. Dives in Misericordia, 2). Cada uno de nosotros está llamado a cambiar el curso. Y es posible si nos dejamos tocar en primera persona por el poder de la misericordia de Dios. Un lugar privilegiado para experimentarlo es el sacramento de la Reconciliación. Cuando presentamos nuestras miserias al Señor, nos envuelve la misericordia del Padre. Y es esta misericordia la que estamos llamados a vivir y a dar. Siempre Dios, nosotros y los demás.
Después de ver las heridas de la ciudad en la que vivimos, la misericordia nos invita a tener «imaginación» en nuestras manos. Y lo que habéis hecho en esta época de pandemia es mucho: una vez aceptado el reto de responder a una situación concreta, habéis sabido adaptar vuestro servicio a las nuevas necesidades impuestas por el virus. También me gusta recordar un pequeño gran gesto que el grupo de jóvenes del Círculo tuvo con los miembros mayores: una ronda de llamadas telefónicas para ver si todo iba bien y hacerles compañía. Esta es la imaginación de la misericordia.
Os animo a continuar con empeño y alegría vuestras obras de caridad, siempre atentos y dispuestos a responder con valentía a las necesidades de los pobres. No os canséis de pedir esta gracia al Espíritu Santo en la oración personal y comunitaria.
Os doy las gracias porque sois una expresión concreta de la caridad del Papa que se preocupa por la pobreza de Roma. De los pobres y de las pobrezas. Y os agradezco el Óbolo de San Pedro que recogéis todos los años en las iglesias de la ciudad y que hoy me ofrecéis.
Os encomiendo, así como a los miembros de vuestras familias y a todas las personas que atendéis diariamente, a María, Salus Populi Romani, y a la intercesión de los santos patrones de Roma, Pedro y Pablo. Y os pido que sigáis rezando por mí. Gracias.
© Librería Editorial Vaticano
Publicar un comentario